LA IRREMEDIABLE DESPARICIÓN DE LOS TOROS
Por: José Manuel García Jiménez
Que los toros no gozan de rebosante salud, no es ningún secreto. Que
existen factores políticos y sociales que amenazan su continuidad es algo
evidente. Sin embargo estas circunstancias no afectarían en lo más mínimo al
toro si existiera una verdadera afición como hasta hace no mucho había en
España, perita en la materia, con conocimientos, con cultura y por ende, con capacidad
crítica y de análisis.
Los toros están condenados a desaparecer, sí, es un hecho que a ninguno nos
hace gracia pero que debemos ir aceptando. Pero no porque un determinado
partido político pretenda su prohibición, ni porque determinados cambios
sociales hacen ver los toros como una fiesta anacrónica y cruel, no. Los toros
están condenados a desaparecer porque quienes los sustentan desaparecerán
primero. Y buena prueba de ello son las pobres entradas en las novilladas y en
las corridas de toros donde no están presentes las mal llamadas figuras.
Resulta penoso ver, y peor todavía comprender, que en base a determinados
intereses intrínsecos al mundo del toro, se ha ido eliminado la afición poco
apoco. Por supuesto estamos hablando de intereses económicos, que a corto plazo
han generado pingües beneficios a unos pocos a cambio de hacer a largo plazo un
daño irreparable a la tauromaquia eliminando la afición.
Y es que desde hace no pocos años, los medios taurinos han ido degenerando
en palmeros de las figuras, dejando a un lado tanto su importante labor crítica
como la no menos importante labor instructiva del que se interesa por este
mundo. Nada puede entristecer más a un buen aficionado a los toros, el
encontrar a un interesado en los toros y que te diga que le encantan los toros
pero que no entiende, y que no tiene manera de aprender.
Y esto es un hecho, la tauromaquia es un mundo oscuro donde a la gente que
se interesa por ella no se les enseña. No se les enseña a valorar los toros,
las distintas ganaderías, comportamientos, trapíos ni nada por el estilo. Todo
se reduce a los kilos del toro. Es decir el discurso lectivo de los medios
taurinos va en la línea de si pesa mucho el morlaco es un marmolillo y no
tendrá movilidad y que el toro debe ser pequeño porque de lo contrario no cabrá
en la muleta. Argumentos que el pobre interesado en el mundo de los toros
repetirá cual papagayo despreciando a la mitad de la cabaña brava.
Este discurso que todo aficionado ha tenido la desgracia de escuchar en más
de una ocasión tiene un fin, que no es otro que el justificar el desvergonzado
comportamiento de las mal llamadas figuras al negarse a matar determinados
tipos de ganaderías. Y decimos desvergonzado porque yo, en el hipotético caso
de que fuera torero me negaría a que me calificaran como figura sin ser capaz
de lidiar y matar a un Miura, a un Cuadri, a un Baltasar Ibán o un José Escolar
por poner sólo unos cuantos ejemplos y me negaría por vergüenza torera, también
en extinción.
¿Penoso verdad? Pero ahí no queda la cosa, no contentos con dar estas
lecciones de antitaurinismo selectivo, van un paso más allá y a través de años
de manipulaciones sistemáticas han desposeído al aficionado de su poder más
valioso, esto es, la crítica. La crítica fundamentada, la crítica desde el
conocimiento, es decir, la crítica con argumentos. ¿Y como privamos a los
aficionados de la crítica que tanto daño hacía a las figuras? Pues muy fácil,
los privamos de conocimientos para luego venderles lo que nos venga en gana.
Es por ello que ningún medio se encarga de explicar los tercios, el porqué
de cada uno de ellos, como deben de ejecutarse y como no, los terrenos…etc. Y
no lo explican por un simple motivo, porque si lo hicieran, los aficionados
tendrían los conocimientos, y por tanto capacidad de análisis, y como
consecuencia de todo ello podrían criticar a más de uno, que tendría que
cortarse la coleta por falta de capacidad y claro, eso sería muy peligroso para
las élites que día tras día desangran la tauromaquia.
Por el contrario, a la gente se le enseña a seguir a un determinado torero
que por una mal llamada estética o técnica llama la atención del interesado,
que no aficionado, dándole nula importancia a como se ejecuta el toreo y las
suertes, contribuyendo de esta manera a su desaparición.
Este despojo de la cabaña brava, hace imposible que un interesado en la
tauromaquia se enganche, porque a lo que ha asistido es a un baile, una coreografía,
que no transmite riesgo, ni emoción alguna y así, con suerte, para el año que
viene sacará una entrada en su pueblo el día de la feria por mera tradición,
pero no se enganchará por que no puede darle importancia a lo que está
sucediendo en el ruedo. Es por ello que ese despojo de toro no cumplirá con el
fin de encandilar al público, pero si con el de la desvergonzada figura, que
para colmo se aliviará en todo lo que pueda y oirá mientras esboza una sonrisa
para sus adentros mientras escucha un ole cuando otrora era una bronca
monumental.
Por otro lado, los toros que si cumplen con la condición de toro, es decir,
bravura, casta, fiereza, peligro, riesgo…etc. Es decir, los de la emoción, los
que transmiten, los que emocionan de verdad y por ende los que le dan la
importancia a esta cosa llamada los toros, normalmente son lidiados por toreros
que carecen de tirón mediático. Sus triunfos pasan por la prensa taurina como
una simple anécdota a la que le restan importancia, son corridas que no se
explican y que hacen que difícilmente un interesado en el mundo de los toros
vaya a acudir. Y no van a acudir porque nadie le explicará la importancia que
tiene lo que se están perdiendo.
Y como no hay mejor manera de explicar y hacer entender que mediante
ejemplos, pongo dos:
El primero es España, dónde el vaso de los toros se ve medio vacío, vacío
como los tendidos de las plazas cuando no se acartela un bailarín llamado
figura, carteles que siempre copan los mismos toreros y ganaderías año tras
año, dónde el público va perdiendo interés en este mundo, dónde se va perdiendo
conocimientos, donde la mayoría de medios taurinos están en una sola mano,
dónde el ganado bravo va desapareciendo poco a poco ya sea porque se envía al
matadero o se vende y donde las plazas de toros o se cierran o se remodelan
para que pierdan capacidad.
El segundo es Francia, dónde el vaso de los toros se ve medio lleno. Las
plazas se llenan a ver toreros defenestrados en España donde no se les da ni
una corrida, donde se juegan el tipo de verdad con toros de verdad, dónde el
público va ganando interés en lo que ven, dónde se enseña al público la
importancia de lo que ven y se les instruye, dónde van surgiendo numerosos y
diversos medios de comunicación taurinos, donde el ganado bravo se compra, se
recuperan ganaderías españolas que iban a desaparecer, encastes, se crean
nuevas ganaderías y las plazas se remodelan para aumentar su capacidad.
El camino nos lo han enseñado, quién nos lo iba a decir a nosotros, los
franceses. Ahora solo queda esperar a despeñarnos porque por el interés
económico de cuatro desvergonzados eliminaremos lo más característico y
singular del país, los toros.
José Manuel García Jiménez
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