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domingo, 22 de mayo de 2011

"Puede que un deseo inconsciente de José Tomás sea morir como Manolete"


El mundo del toro le atrajo desde pequeño, cuando jugaba más con muletas que con balones. Ahora vela por la vida de los toreros

Fernando González Viñas | http://www.eldiadecordoba.es

Eugenio Arévalo-Cirujano de la Plaza de Toros de Córdoba

EL jefe de cirugía digestiva del hospital Reina Sofía el Doctor D. Eugenio Arévalo llegó a ser cirujano del coso de Los Califas de casualidad. Le encargaron que encontrara a un sustituto para su predecesor y acabó ejerciendo él la tarea convencido por su mujer y un amigo. Amante de la caza y el campo, disfruta en la plaza hasta en las corridas malas y se sorprende d que haya tantos obesos en Andalucía.

-¿No será usted un torero frustrado?

-Pensaba esta pasada noche acerca de la entrevista y si realmente no lo era y no he sido capaz de contestarme. Sí puedo contestar que cuando era niño se jugaba mucho más al toro que al fútbol. Jugábamos al toro con un saquillo, con una muleta, si teníamos, y unos cuernos que nos buscábamos por ahí. Había más afición y no había televisión. También jugábamos al aro, las canicas. Sí tengo una gran admiración por los toreros, por el bueno y por el malo. Hace falta valor para ponerse.

-¿Es miedoso?

-No demasiado, no especialmente. Puedo estar solo perfectamente o no encender la luz. Tengo un miedo normal pero sí me dan miedo los toros, eso sí.

-¿Va a los toros con aire de domingo?

-Con la sensación de pasar siempre un buen rato. Hasta las tardes aburridas lo paso bien, los toros siempre dicen algo, siempre me entretengo con el espectáculo. He ido a infinidad de capeas y laberintos porque me gusta mucho. La dedicación sólo la tengo cuando estoy en mi plaza pero en otras voy como cuando se va al teatro o a la música, con el respeto que se merece.

-¿Cómo acabó siendo el cirujano jefe de la plaza de los Califas?

-Fueron dos cosas, casualidad y presión. Estaba la plaza en manos de otro cirujano y cuando prescindieron de él un amigo común, Pérez Barquero, me instó a buscar un cirujano. Pregunté y no era fácil porque el cirujano taurino sabe que no solamente debe ir el día de José Tomás sino también el día del bombero torero y la gente no quería esta servidumbre. Al final mi mujer y un amigo me convencieron y me hice cargo yo mismo. Luego me han salido ofertas para ir a otras plazas pero nunca he querido ir a otra plaza porque entonces te metes en el circuito y ya no sales. Me limito a Córdoba y tengo un equipo muy equilibrado, muy competente, tengo cubiertas casi todas las especialidades. El equipo lo formamos 10 personas.

-¿Las heridas de pitón son heridas de guerra en tiempo de paz?

-Los toreros tiene una paz limitada. El toro siempre está en la guerra. Su misión es defenderse del acoso del torero. Es verdad que los toreros llaman a esas cicatrices heridas de guerra y siempre saben qué toro se las dio. Son sus medallas.

-No son heridas muy habituales que digamos.

-No. Para ser cirujano taurino debes ser primero cirujano y que te gusten los toros. Si tienes una buena formación, has pasado por urgencias y has visto de todo. Resolver esa situación en urgencias es la obligación que tiene el cirujano y debe ser un experto en cirugía de urgencia y de dónde se pueden producir las lesiones. Esas regiones deben conocerse bien para a la hora de limpiar y recomponer la herida actuar con eficacia. Ese conocimiento anatómico de las regiones que más se afectan y la capacidad profesional que tienes son lo importante. En cuanto a la gravedad, las heridas vitales, a menos que el torero se quede en el sitio como le pasó a el Yiyo, se requiere un soporte vital que después de la muerte de Paquirri está presente por ley en todas las plazas; aparte del equipo quirúrgico tienen una UVI móvil que permite el traslado al hospital. Hoy es muy difícil que muera un torero en la plaza.

-Se habla del poder de recuperación de los toreros pero, ¿qué hay de los costalazos de los picadores?

-Sí, acaban muchas veces en la enfermería; son por aplastamiento por el caballo o por el costalazo. No se les ve entrar en la enfermería porque, después de un caso así, los picadores van a llevar primero al caballo y luego pasan a la enfermería. Entran con más frecuencia de lo que parece aunque afortunadamente casi nunca por asta de toro.

-Ha tenido usted en su manos toreros con unas cornadas espeluznantes. ¿No hubiese preferido ser veterinario de gatitos?

-No. No todo el mundo es capaz de aguantar. He operado a mis hijos, a mi mujer, a mis hermanos, no porque crea que sea el mejor, sino porque una vez que me pongo los guantes me olvido de quién tengo en mi manos. En ese sentido, nunca he tenido la sensación de huir de ahí, nadie me obliga a hacerlo, a estar en la plaza, voy yo porque me gusta.

-¿Su trabajo consiste también en mantener la calma?

-Hay dos cosas que tengo prohibidas en el equipo quirúrgico, una es que le den órdenes a los toreros desde el burladero de médicos. Ninguno de mi personal sanitario da una orden, saca un pañuelo. Y en segundo lugar, ninguno puede poner cara de miedo porque eso daría muy mala impresión al torero. Afortunadamente llevamos muchos años juntos y ninguna de esas cosas suceden. Vamos allí a trabajar.

-¿Era usted de los que cuando niño andaban con la escopeta de plomillos cazando lagartijas?

-No era muy de lagartijas, a mí me gustaba destripar, pero mamíferos. Destripaba gatitos, perritos, eso me llamaba poderosamente la atención, ver cómo estábamos hechos por dentro. Veía el estómago, los riñones y en aquella época lo tenía que hacer con una cuchilla de afeitar y sin guantes y mis amigos cuando me veían con un gato salían todos corriendo. No lo pasaban bien, ellos, cuando me veían con mis manos llenos de tripas.

-¿Le gustará el cine gore, ese sanguinoliento de cabezas cortadas y casquería humana?

-No demasiado. Las películas de médicos por ejemplo no me gustan demasiado, bastante tengo con lo mío. Me gusta evadirme con películas de tipo histórico, de acción, de tiros, las que no tienen argumento y no necesitan especial concentración.

-¿Le gustan los pasodobles?

-Me gustan y me gusta la copla.

-El doctor Fleming tiene una estatua frente a la plaza de toros de Madrid ¿Una exageración?

-No. Tenga en cuenta que uno de los peligros de asta de toro es que un toro no se puede limpiar los cuernos y lleva muchas bacterias en el cuerno, bacterias anaerobias que se encuentran en la tierra, donde el animal vive y esas bacterias matan una barbaridad, por ejemplo a Sánchez Mejías, una gangrena gaseosa; el tétanos, todos los toreros deben estar vacunados del tétanos. Pensar que aparte de la profilaxis aparecen los antibióticos para luchar con esos gérmenes, significa una revolución, porque lo normal antes es que las heridas se infectaran siempre. A partir de 1943, cuando Fleming descubre la penicilina, los toreros le deben muchas vidas.

-¿Le pide a los toreros que no se arrimen?

-No. Nunca les digo nada, simplemente les deseo suerte. Deben saber ellos lo que tienen que hacer. En alguna ocasión sí estoy viendo muchas veces más peligro en el toro de lo que el torero está captando, eso lo aprendes con los años. Es muy importante la morfología del cuerno, no todos hieren igual, según la forma de las astas. No es lo mismo un corniveleto que un cornigacho. Los toreros además tienen también su día y torean con fiebre, sin dormir, con los puntos puesos, con diarrea y a veces han venido a la enfermería a decir que tenían una gastroenteritis. No siempre conocemos las condiciones en las que vienen y a veces ellos no saben ni siquiera qué grupo sanguíneo tienen.

-¿Le parece José Tomás un suicida?

-No. Me parece un torero de una autenticidad increíble, por eso es de los que ya no quedan. La manera de entender el toreo que él práctica tiene un riesgo pero es un torero de una técnica envidiable. Me parece de una categoría extraordinaria. Posiblemente uno de sus deseos inconscientes sea morir en una plaza de toros, como Manolete. No es que lo haya dicho pero se le ve. A todos los toros no se les puede hacer su toreo, pero él se empeña en eso, por eso está corneado, se lleva el dinero y llena las plazas.

-¿Qué otros toreros le fascinan?

-Unos por valientes y otros por artistas. De los últimos años como valiente José Tomás y como artistas he disfrutado mucho con Manzanares padre, con Curro Romero, a pesar de las malas tardes que nos ha dado. Finito nos ha hecho pasar unos ratos fantásticos. No es que tenga predilección por el torero artista pero decía mi madre que fui a ver a Manolete varias veces, con cuatro o cinco añillos. Sólo recuerdo del entierro. He disfrutado mucho con El Cordobés, al que en Sevilla estaban esperando con las uñas y cortó dos orejas y rabo. El Pireo toreaba a la verónica...

-¿Qué recuerda del entierro de Manolete?

-Lo vi en las Tendillas. Si cuando venía Franco la plaza se llenaba, en aquella ocasión era como si hubiera venido siete veces Franco y cuando apareció Manolete a hombros recuerdo pasar una avioneta por lo menos dos veces y dejar caer pétalos de rosa. Fue impresionante. Aquello supuso una tragedia en toda Córdoba.

-Usted dirige también la sección de cirugía digestiva del Reina Sofía ¿Está de moda reducirse el estómago?

-Hay unos trastornos de alimentación importantísimos en mucha gente. Estas personas cuando tienen penas, comen; cuando tienen alegrías, comen; cuando están deprimidos, comen. Son gente que no paran de comer y llegan a pesar hasta los doscientos kilos. Cuando ya no pueden más recurren a la cirugía, lo último que hay que hacer, que consiste en dejarle un estómago que con un yogur parece que se han comido un pavo. Pueden comer de todo pero cada dos horas, los hidratos de carbono, fruta, vitaminas... Una vez toman una cosa, otra toman otra. Cuando llegan a perder kilos luego hay que reconstruirlos porque se les descuelga todo. Si pesan 180 kilos, solo quitarle la tripa son 7 u 8 kilos; el pecho se les queda descolgado y no es solo una cuestión de estética, es que el pecho descolgado crea eccemas, crea úlceras, mal olor. Hay personas que tienen tres roscas en los muslos y le sobra el pellejo. Con los gordos no acabas nunca, una vez que coges uno ese es ya para ti para toda la vida. Yo digo siempre que todo el mundo sueña con borreguitos, yo sueño con gordos.

-¿Es cada vez más normal que le lleguen a la consulta personas que pesan 200 kilos?

-Yo no sabía que había tantos gordos en Andalucía, porque nosotros tenemos muy prestigiada y avanzada la cirugía de los gordos y viene gente de toda Andalucía. Llevamos casi un millar de gordos operados desde que empezamos hace 20 años. Tenemos un promedio de 70 u 80 al año. Hay cerca de 500 enfermos en lista de espera. El día que me jubile dejo unos pocos a mi sucesor.

-¿Cómo llega una persona a esa situación?

-Es una enfermedad que se llega por abandono u por trastorno sicológico. De hecho antes de la intervención hacemos un test sicológico para ver la idoneidad del enfermo porque llegan enfermos con unas minusvalías que no se pueden operar. Hay gente que no tiene control y los llamamos saboteadores de la intervención porque aunque les dejes un estómago muy chico aprenden a comer las cosas que engordan. Por ejemplo se ha dado el caso de personas que no les gustaba el dulce y que ahora se comen una caja de polvorones o dulces de una sentada. Es una ingesta de calorías escandalosa. Tengo una señora que pagaba la ansiedad con los frutos secos y que después de operada y haber perdido 90 kilos, ha vuelto a engordar. Así muchos. En los hombres, por ejemplo, los que antes no bebían se ponen a beber y se beben veinte cubatas. Eso engorda una barbaridad. Su trastorno mental llega a tal grado que aprenden las cosas que tienen que comer para seguir engordando.

-¿La sanidad pública se adapta a estas nuevas necesidades?

-Sabe que es un enfermo que no se libera tan fácil de él. Esta cirugía es muy costosa. Hay pocas camas específicas para gordos, vale cada una cerca de 10 millones de pesetas. Además vienen luego las intervenciones secundarias que ya te he dicho. No están contemplados en ningún decreto como el de cirugía rápida que obliga a operar en 120 días. Los gordos no están contemplados en ese decreto. En España estamos ya casi en un 20% de obesos.

-¿Acabaremos teniendo que poner fotos de gordo en los paquetes de bollos, como las leyendas y fotos en los paquetes de tabaco?

-Algo habría que poner, sobre todo en las bolsas de gusanitos que le dan a los niños que es una fuente de calorías y colesterol tremendo.

-¿Entre toros y gordos, qué hace para relajarse?

-Después de los toros, mi hobby es la caza, soy muy cazador y muy respetuoso con la caza como todos los cazadores. No quiero matar más que nadie, busco la calidad, que el lance sea bonito, que lo puedas disfrutar. Mis hijos los he enseñado y son buenos cazadores y disfrutan mucho. Buen cazador es el que sabe cómo debe ser la defensa del animal, no es esperar al animal y darle un sartenazo. Cuando voy al campo además me relajo, me olvido de los enfermos, de la dificultad de las intervenciones. Me gusta más la caza mayor que la menor, me entretiene y hablo, como decía Antonio Machado, con ese hombre que llevo conmigo siempre y que no me riñe.

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