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martes, 12 de febrero de 2013

SIN AFICIÓN NI TELEVISION




 Por CARLOS Bueno 06/02/2013

El desinterés general que muestran las televisiones por el mundo de los toros sólo denota que el toreo no está de moda. Y eso no es únicamente culpa de las cadenas de televisión. Algo habrá hecho mal el sector taurino para perder una parcela televisiva que hasta no hace tanto tiempo parecía fija y segura.

Nos quejamos sin cesar del desamparo televisivo que sufren los toros. Y es cierto; viendo las noticias en el sofá de casa no hay quien se entere de los últimos éxitos taurinos. Ni una palabra de la puerta grande de Padilla en Méjico el pasado domingo, ni una sola imagen de la presentación de los carteles de Fallas, ni el mínimo análisis de la decisión de El Juli de reaparecen en Olivenza. Nada de nada. A no ser que surja la desgracia. Entonces sí.

Y me parece bien que se informe de cogidas y cornadas, pues forman parte de la tauromaquia y suceden porque son consustanciales a este espectáculo auténtico, sin trucos ni efectos especiales. Pero, del mismo modo, sería justo que también se comentaran los triunfos de los toreros en las plazas importantes. La parte positiva de la Fiesta y el campo -el gran olvidado a pesar de las innumerables posibilidades visuales que ofrece- parecen no existir en noticiarios ni documentales.

Tampoco se requieren toreros para participar en programas emitidos en prime time. La mayor parte son un bodrio, es verdad, pero, nos guste o no, el desinterés de esa parte de espacios de máxima audiencia sólo denota que el toreo no está de moda. Y eso no es únicamente culpa de las cadenas de televisión. Algo habrá hecho mal el sector taurino para perder una parcela televisiva que hasta no hace tanto tiempo parecía fija y segura.

Quizá parte del pecado haya sido no cuidar en su justa medida al aficionado de verdad, al entendido. ¿Y quién ha dejado de atenderle como merecía? Nadie en concreto y todos en general. El entendido puede ser un sujeto molesto. Exige trapío en los toros, ecuanimidad en las contrataciones, compromiso a los toreros… y eso es incómodo para muchos profesionales.

Recuerdo cuando era pequeño a los aficionados de la plaza de toros de Valencia montar jaleos muy a menudo (sin llegar nunca a la violencia). A veces era por la indolencia de algún matador, otras por combinaciones que no eran de su agrado, y la mayoría por la presentación y juego de los astados. Eran muy pasionales y llegaban a discutir entre sí defendiendo sus posturas, sus gustos y a sus toreros.

El aficionado de antaño era, taurinamente hablando, culto y riguroso. Conocía los entresijos del organigrama, los avatares de los coletudos, el momento que atravesaba cada ganadería. El de ahora también, pero hay menos. Menos aficionados y menos pasión. Ya nadie se altera en las plazas. El desencanto no se exterioriza; todo parece valer. Los tendidos se han “amansado” consecuencia de las innumerables decepciones soportadas. No digo yo que haya sido un proceso provocado estratégicamente, pero, en principio, les vino muy bien a los profesionales taurinos. Sin embargo, esos hooligans de los toros eran los mejores “conservantes” de la Fiesta. El público les respetaba y su voluntad era tenida en cuenta por la sociedad, y eso incluía a la televisión.

En la actualidad el aficionado-entendido está en vías de extinción porque el paso del tiempo ha mermado su fuerza y su ilusión, y por si eso fuera poco la crisis ha limitado su bolsillo. Los que quedan son poco activos y menos reivindicativos, y las teles “pasan” de lo que no provoca fervor. No llegan cartas a las redacciones quejándose por la falta de información, no se colapsan los servidores Web con miles de mails pidiendo explicaciones, nadie alza la voz, nadie reclama.

Sí, recuerdo que de pequeño me fascinaban los buenos aficionados. Yo quería llegar a ser como ellos. Ahora ya no veo a expertos como aquellos. Ya no son un referente para los nuevos espectadores. Quizá se abusó de su paciencia en tiempos de bonanza económica, cuando parecía no importar demasiado que su presencia continuara resplandeciendo. Hoy se les echa de menos. Su número y su notoriedad han mermado, como la pasión en la plaza y los toros en televisión.

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