Recuerda el profesor Albardonedo Freire, de la
Universidad de Sevilla, que “la historiografía de la Tauromaquia desde la
Ilustración acostumbraba a relacionar la desaparición de las corridas
caballerescas con la sustitución por otras, protagonizadas por los pajes de
los señores que ejercían como "diestros" populares a partir de los
primeros decenios del siglo XVIII. Con ellos, decían se iniciaba las nuevas
formas del toreo a pie, origen del que surgiría con el transcurrir del siglo,
definitivamente constituida, la fiesta moderna. En esencia en esta tesis se
proponía el origen de la tauromaquia moderna en la recuperación de la capea
—de raíz ganadera— a la que se añadió el lucimiento personal y además, como
elemento determinante, la muerte del toro, la cual desde entonces dominó toda
su concepción como núcleo dramático esencial”.
Pero, sin embargo, destaca que “también contamos
con aportaciones divergentes con estos planteamientos, que fueron resultado
de los estudios sobre el siglo XVIII”.
En este sentido, en este ensayo documenta como la
historiografía desde mediados del siglo XIX “comenzó a insinuar otra
tesis que defendía la responsabilidad en la nueva tauromaquia de los
trabajadores del matadero sevillano. De modo que en el estudio del toreo a
pie han convivido las dos tesis sobre los protagonistas del cambio. La última
en proponerse ha alcanzado la primacía, sosteniendo que los hombres de las
dehesas y del matadero municipal fueron los intérpretes de esta
transformación, pues disponían de experiencia en el trato con el ganado.
Ellos eran los que realizaban trabajos tanto a pie como a caballo con
animales mayoritariamente bravos, los que tenían que conducir y encerrar
frecuentemente”.
“Para estas tareas –destaca el autor-- se acudía a valentones
ejercitados, que seguramente disfrutaban con el riesgo y les servía de
ejercicio atlético y demostración de valor y virilidad”.
Acerca de la otra tesis, según la cual los pajes de
los caballeros pasaron a exhibir con arrogancia sus habilidades,
sustituyéndolos en las corridas de toros, “no encontramos explicación
sobre como obtuvieron unos criados urbanos la familiaridad con los lances y
con la muerte ó suerte final de la lidia, que a partir de entonces se ejecutó
como suprema”.
“Es cierto –añade-- que en ambas posturas, existe un punto
en común, pues alguien tuvo que inventar las artes del toreo a pie,
perfeccionando la burla que era usual en los encierros agropecuarios, y
añadiendo todo cuando se refería al componente artístico de la compostura de
los lances y de la última suerte”.
El camino hacia la moderna Tauromaquia fue largo: “desde
un inicio como turbamulta torera en el que concurrían numerosos
"diestros" espontáneos, hasta finalizar en el toreo sujeto a
estrictas normas, pasaron por diversas etapas de transición en las que, en
cada corrida, uno o dos toros se destinaban para que el público festivo y
descontrolado saltara al ruedo y toreara. Esta etapa intermedia era un
espectáculo que dista mucho de una forma única, pues tras el trabajo
ordenando de los matadores precedentes se daba "suelta" a los
jóvenes, que ejercían el toreo bufo con esos uno o dos toros finales. Esas
multitudes en los ruedos obligaron a que por los menos desde el siglo XVIII
la autoridad acudiera con alguaciles y militares para que velaran por el
orden”.
Como recuerda el profesor Albardonedo, en defensa
del origen de la Tauromaquia moderna en el matadero han destacado los
profesores de la Universidad de Sevilla, como Antonio García-Baquero y Pedro
Romero “quienes han sostenido que los matarifes, jiferos ó
"colgadores" sólo tuvieron que aplicar en la Tauromaquia cuanto
venían haciendo en su trabajo desde finales del siglo XV, y evolucionar
depurando las formas de "burla al toro", la cual como presencia
multitudinaria de mozos provocaba el disfrute de la concurrencia mientras encerraban
el ganado en los corrales, para después en el interior del matadero proceder
al sacrificio y cumplir la misión de abastecimiento municipal”.
Partiendo de estos criterios, el profesor
Albardonedo realiza un estudio dirigido conocer mejor, una vez creada la
función, la configuración del ruedo o escenario en el que la fiesta iba a
tener lugar durante la segunda mitad del siglo XVI. Estudia además como en
este naciente escenario se localizaba el mirador del Concejo, que regía las
corridas.
Pero también aborda otros aspectios no menos curiosos. Es el caso de las Ordenanzas del Matadero de 1601, y también lo
incluido en las Ordenanzas de 1527, como rectoras de todas estas actividad,
en las que se establecían, por ejemplo, los horarios –y ahí aparecía las
luego míticas 5 de la tarde--, la definición de los distintos
responsables, el libro registro de las reses, etc.
Su ensayo “La génesis de la Tauromaquia moderna:
La presidencia de la autoridad y la construcción de tribunas”, publicado
originalmente en la revista “Laboratorio de Arte”, constituye
un ejemplo más de la importante labor investigadora en las disciplinas más
diversas que acerca de la Tauromaquia se realiza en las
Universidades españolas.
►Por su indudable interés, traemos a nuestro portal
el texto íntegro de estudio, que el lector puede consultar en el adjunto
archivo en formato PDF.
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