¿HACIA DONDE CAMINA LA GANADERÍA BRAVA?
Domingo
Delgado de la Cámara
2 de febrero de 2011
Las noticias
que llegan del campo son aterradoras: toros vendidos a precio de saldo,
familias arruinadas, ganaderías enteras mandadas al matadero... Todos coinciden
en que jamás en la vida el campo bravo ha sufrido una crisis tan tremenda. “
Estamos peor que nunca”, he oído decir muchas veces en los últimos meses.
¿Cómo se ha
llegado a esta situación? Se trata de un asunto en el que intervienen muchos
factores. Coinciden varias situaciones explosivas: A los ya antiguos problemas
del rechazo de muchos encastes por parte de los toreros, y del rechazo de
encastes terciados por parte de la mayoría de los aficionados, desde hace
quince o veinte años, se han sumado otros problemas que han hecho insostenible
la situación de muchos ganaderos.
La
incorporación de los nuevos ricos del pelotazo a la ganadería brava en los años
noventa, fue desastrosa, con tal de verse anunciados en las ferias para
satisfacer su ego, malvendían los toros a precios irrisorios. Por otro lado,
las primas europeas por vaca gestante y el incremento de festejos hizo que las
camadas aumentaran hasta el infinito. El resultado final de todo este desmadre
es que el precio del toro está por los suelos. Se han producido muchos más
toros que los que el mercado demandaba. Y cuando llegó la crisis económica y se
empezó a reducir festejos, sobraban toros por todas partes: es obvio que sobran
toros y que sobran ganaderías. Pero ¿qué ganaderías sobran y cuales deben
sobrevivir?.
Fotografias: https://robinirvinemarismastoros.wordpress.com/
Para hacer
aún más siniestro el panorama, llegan los burócratas con los saneamientos y, en
un periquete, exterminan cualquier ganadería. Y se ceban especialmente con los
encastes minoritarios, mucho más consanguíneos y, por tanto, más propensos a
las enfermedades. Los encastes que por su singularidad deberían estar
protegidísimos, son los más perseguidos por la burocracia europea con sus
estúpida normativa sanitaria.
¿Hacia donde
nos encaminamos? ¿Qué futuro nos aguarda? Es probable que sólo sobrevivan unas
cincuenta ganaderías. Serán ganaderías muy largas, de mil vacas o más, y serán
administradas con criterios muy profesionales. Todas ellas tendrán un
veterinario titular y un especialista en nutrición. La buena crianza y la buena
selección serán esenciales, pues un público y unos toreros cada vez más
exigentes, no van a tolerar corridas blandas y de pobre juego. En un mercado
reducido y de pocos festejos sólo sobrevivirá el ganadero que ofrezca mayor
calidad y regularidad. Obviamente estas cincuenta ganaderías abastecerán a todo
el mercado. Y, eso sí, todas serán del “partido único” con la excepción de
Victorino, Miura y alguna otra por el estilo.
Fotografias: https://robinirvinemarismastoros.wordpress.com/
La ganadería
artesanal que hemos conocido hasta ahora está llamada a desaparecer. Esas
ganadería de cien o doscientas vacas son insostenibles, pues sus costes de
producción son tan elevados como los de las ganaderías largas. Antiguamente
criar un toro no costaba casi nada. Comía lo que el campo espontáneamente
producía, no se le medicaba nunca y el personal de la ganadería trabajaba a
cambio del techo y la comida. Hoy los costes se han disparado, el toro come un
pienso carísimo, se le vacuna periódicamente y al personal hay que pagarle un
sueldo digno y su seguridad social (faltaría más). Estos gastos sólo son
soportables si se lidia mucho y en plazas grandes, que son las que pagan
bien.
En los
últimos años la mayoría de las ganaderías se han sostenido porque su dueño
disponía de otros negocios muy rentables que le permitían afrontar holgadamente
los números rojos de la ganadería. Pero ahora, con una crisis galopante que ha
devorado aquellos negocios rentables ¿qué va a pasar con la ganadería?
Como no hay
mal que por bien no venga, en los próximos años vamos a ver desaparecer a
muchos advenedizos llegados a la cría del toro por pura vanidad. Y a mucho
heredero sin afición ni conocimientos. Sólo quedarán los ganaderos
auténticamente profesionales. Lo malo va a ser que, si Dios no lo remedia, en
este juego podemos ver desaparecer muchas ganaderías y muchos encastes que,
aunque ahora no estén de moda, forman parte de la gloriosa historia de la
fiesta, son buenos porque aportan variedad entre tanta monotonía y, además,
están en el corazón de los buenos aficionados.
La extinción
de la ganadería de Sánchez Cobaleda me causó tal disgusto, que últimamente ni
entro en los portales de Internet ni hojeo las revistas taurinas por no
encontrarme con otra noticia como ésa. Sé muy bien que el panorama de castas y
ganaderías que hasta ahora ha existido está condenado a desaparecer. La
comodidad de los toreros, el gusto por el toro basto de muchos malos
aficionados, el pésimo momento de muchas ganaderías históricas frente al
espléndido juego de muchas ganaderías del “partido único”, los saneamientos
asesinos, la crisis..., nos llevan hacia un futuro lleno de incertidumbres. Soy
pesimista.
Pero...aún
tengo una esperanza... Cuando en tiempos de Joselito y Belmonte se llevó a
efecto el exterminio del toro navarro, castellano y vazqueño, nadie se lamentó.
Todo el mundo estaba tan fascinado con el arte de los dos colosos que nadie
advirtió lo que estaba ocurriendo. Es más, hasta les pareció bien: lo que
querían era un toro que se prestara con la mayor facilidad al toreo de los dos
grandes. El toro de Vistahermosa arrolló a todas las demás castas con el
beneplácito de todos. Sin embargo, actualmente sí existe una conciencia y una
sensibilidad con respecto a este problema. Mucha gente está en contra de la
desaparición de encastes, y esta mentalidad proteccionista puede ser nuestra
salvación. Ahora habrá que organizarse para exigir de los poderes públicos la
protección de los encastes amenazados, y exigir en los pliegos de explotación
de la plazas importantes una cláusula que exija la lidia de estos
encastes.
Por último,
quiero decir que nadie me malinterprete: soy un enamorado del toro de Domecq,
como también lo soy del de Atanasio, del de Vegavillar, del de Buendía,
del de Núñez, del de Graciliano... ¡de todos!.
Decía Rafael el Gallo que el
mejor aficionado es aquel al que le caben más toreros en la cabeza... Y al que
le caben más toros, añado yo. Debemos luchar para que todos los encastes
sobrevivan, exigiendo a toreros y ganaderos más profesionalidad..Y a los
políticos que nos respeten. Esperemos que mis negros vaticinios no se cumplan y
podamos seguir disfrutando del toro bravo en toda su variedad y esplendor.
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