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sábado, 30 de septiembre de 2017

LA IRREMEDIABLE DESPARICIÓN DE LOS TOROS

LA IRREMEDIABLE DESPARICIÓN DE LOS TOROS
Por: José Manuel García Jiménez
Que los toros no gozan de rebosante salud, no es ningún secreto. Que existen factores políticos y sociales que amenazan su continuidad es algo evidente. Sin embargo estas circunstancias no afectarían en lo más mínimo al toro si existiera una verdadera afición como hasta hace no mucho había en España, perita en la materia, con conocimientos, con cultura y por ende, con capacidad crítica y de análisis.
Y digo afición verdadera porque los verdaderos aficionados son una especie en gravísimo peligro de extinción, y sabido es que tras la desaparición de estos irremediablemente vendrá la de los toros, pues estos primeros son los que los sustentan.
Los toros están condenados a desaparecer, sí, es un hecho que a ninguno nos hace gracia pero que debemos ir aceptando. Pero no porque un determinado partido político pretenda su prohibición, ni porque determinados cambios sociales hacen ver los toros como una fiesta anacrónica y cruel, no. Los toros están condenados a desaparecer porque quienes los sustentan desaparecerán primero. Y buena prueba de ello son las pobres entradas en las novilladas y en las corridas de toros donde no están presentes las mal llamadas figuras.
Resulta penoso ver, y peor todavía comprender, que en base a determinados intereses intrínsecos al mundo del toro, se ha ido eliminado la afición poco apoco. Por supuesto estamos hablando de intereses económicos, que a corto plazo han generado pingües beneficios a unos pocos a cambio de hacer a largo plazo un daño irreparable a la tauromaquia eliminando la afición.
Y es que desde hace no pocos años, los medios taurinos han ido degenerando en palmeros de las figuras, dejando a un lado tanto su importante labor crítica como la no menos importante labor instructiva del que se interesa por este mundo. Nada puede entristecer más a un buen aficionado a los toros, el encontrar a un interesado en los toros y que te diga que le encantan los toros pero que no entiende, y que no tiene manera de aprender.
Y esto es un hecho, la tauromaquia es un mundo oscuro donde a la gente que se interesa por ella no se les enseña. No se les enseña a valorar los toros, las distintas ganaderías, comportamientos, trapíos ni nada por el estilo. Todo se reduce a los kilos del toro. Es decir el discurso lectivo de los medios taurinos va en la línea de si pesa mucho el morlaco es un marmolillo y no tendrá movilidad y que el toro debe ser pequeño porque de lo contrario no cabrá en la muleta. Argumentos que el pobre interesado en el mundo de los toros repetirá cual papagayo despreciando a la mitad de la cabaña brava.
Este discurso que todo aficionado ha tenido la desgracia de escuchar en más de una ocasión tiene un fin, que no es otro que el justificar el desvergonzado comportamiento de las mal llamadas figuras al negarse a matar determinados tipos de ganaderías. Y decimos desvergonzado porque yo, en el hipotético caso de que fuera torero me negaría a que me calificaran como figura sin ser capaz de lidiar y matar a un Miura, a un Cuadri, a un Baltasar Ibán o un José Escolar por poner sólo unos cuantos ejemplos y me negaría por vergüenza torera, también en extinción.
¿Penoso verdad? Pero ahí no queda la cosa, no contentos con dar estas lecciones de antitaurinismo selectivo, van un paso más allá y a través de años de manipulaciones sistemáticas han desposeído al aficionado de su poder más valioso, esto es, la crítica. La crítica fundamentada, la crítica desde el conocimiento, es decir, la crítica con argumentos. ¿Y como privamos a los aficionados de la crítica que tanto daño hacía a las figuras? Pues muy fácil, los privamos de conocimientos para luego venderles lo que nos venga en gana.
Es por ello que ningún medio se encarga de explicar los tercios, el porqué de cada uno de ellos, como deben de ejecutarse y como no, los terrenos…etc. Y no lo explican por un simple motivo, porque si lo hicieran, los aficionados tendrían los conocimientos, y por tanto capacidad de análisis, y como consecuencia de todo ello podrían criticar a más de uno, que tendría que cortarse la coleta por falta de capacidad y claro, eso sería muy peligroso para las élites que día tras día desangran la tauromaquia.
Por el contrario, a la gente se le enseña a seguir a un determinado torero que por una mal llamada estética o técnica llama la atención del interesado, que no aficionado, dándole nula importancia a como se ejecuta el toreo y las suertes, contribuyendo de esta manera a su desaparición.
Todo esto que aquí se expone, desemboca en un espectáculo vacío de contenido, que pierde su esencia al faltar el dominio sobre una bestia indomable, el mando imponiéndose sobre ella, el posterior sometimiento y todo ello cargado del correspondiente peligro que debe transmitir el toro, es decir, la emoción que suscita el ver a un ser humano hacer lo que la inmensa mayoría no se atrevería. Y ello porque el nulo conocimiento del toro y las pocas ganas de explicar lo que debe ser un toro y cuáles deben ser su comportamiento ha ido generando, o mejor dicho, degenerando en un toro que da pena. Un toro al que dominarlo es lo menos, al que en vez de castigar en varas, por el contrario hay que cuidarlo… ¿Dónde está la fiereza, la emoción, el peligro de ese animal y por tanto la heroicidad y valentía del torero?
Este despojo de la cabaña brava, hace imposible que un interesado en la tauromaquia se enganche, porque a lo que ha asistido es a un baile, una coreografía, que no transmite riesgo, ni emoción alguna y así, con suerte, para el año que viene sacará una entrada en su pueblo el día de la feria por mera tradición, pero no se enganchará por que no puede darle importancia a lo que está sucediendo en el ruedo. Es por ello que ese despojo de toro no cumplirá con el fin de encandilar al público, pero si con el de la desvergonzada figura, que para colmo se aliviará en todo lo que pueda y oirá mientras esboza una sonrisa para sus adentros mientras escucha un ole cuando otrora era una bronca monumental.
Por otro lado, los toros que si cumplen con la condición de toro, es decir, bravura, casta, fiereza, peligro, riesgo…etc. Es decir, los de la emoción, los que transmiten, los que emocionan de verdad y por ende los que le dan la importancia a esta cosa llamada los toros, normalmente son lidiados por toreros que carecen de tirón mediático. Sus triunfos pasan por la prensa taurina como una simple anécdota a la que le restan importancia, son corridas que no se explican y que hacen que difícilmente un interesado en el mundo de los toros vaya a acudir. Y no van a acudir porque nadie le explicará la importancia que tiene lo que se están perdiendo.
Y como no hay mejor manera de explicar y hacer entender que mediante ejemplos, pongo dos:
El primero es España, dónde el vaso de los toros se ve medio vacío, vacío como los tendidos de las plazas cuando no se acartela un bailarín llamado figura, carteles que siempre copan los mismos toreros y ganaderías año tras año, dónde el público va perdiendo interés en este mundo, dónde se va perdiendo conocimientos, donde la mayoría de medios taurinos están en una sola mano, dónde el ganado bravo va desapareciendo poco a poco ya sea porque se envía al matadero o se vende y donde las plazas de toros o se cierran o se remodelan para que pierdan capacidad.
El segundo es Francia, dónde el vaso de los toros se ve medio lleno. Las plazas se llenan a ver toreros defenestrados en España donde no se les da ni una corrida, donde se juegan el tipo de verdad con toros de verdad, dónde el público va ganando interés en lo que ven, dónde se enseña al público la importancia de lo que ven y se les instruye, dónde van surgiendo numerosos y diversos medios de comunicación taurinos, donde el ganado bravo se compra, se recuperan ganaderías españolas que iban a desaparecer, encastes, se crean nuevas ganaderías y las plazas se remodelan para aumentar su capacidad.
El camino nos lo han enseñado, quién nos lo iba a decir a nosotros, los franceses. Ahora solo queda esperar a despeñarnos porque por el interés económico de cuatro desvergonzados eliminaremos lo más característico y singular del país, los toros.
José Manuel García Jiménez


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