El criterio de las tientas. Capitulo décimo
Cada maestrillo tiene su librillo, pero en general hay una serie de normas comunes para todos los ganaderos a la hora de aprobar o desechar una erala en el tentadero. Los hay que ya valoran poco la suerte de varas y mucho mas la nobleza en la muleta. Los hay siguiendo el rumbo comercial de los tiempos, buscan mas la suavidad que la bravura, pero cuarta arriba o cuarta abajo todos se mueven por parecidos cánones y lo contrario son ganas de equivocarse. Por muy brava que haya sido una vaca en el caballo no se puede aprobar si llega a la muleta echando la cara al suelo y quedándose corta.
Del mismo modo, por muy noble y muy cómoda que haya sido para el torero en la muleta, esa vaca debe ir al matadero si le pega un par de coces al peto, si se duele, sale suelta y tardea tonteando en ir a cada puyazo. Se puede tener alguna tolerancia en el caballo si la falta no es grave y la calidad de la embestida es mucha. Porque un semental más alegre puede equilibrar la nota baja del caballo. Pero no es aconsejable tener debilidades que a la larga se pagan. El ganadero debe desechar sin duelo. Ser inflexible y dejar sólo las que superan con clase todas las pruebas.
Es la única forma de que la ganadería mantenga una línea de regularidad sin caer en esos baches" tan frecuentes que tienen su origen en levantar la mano con las hembras y sobre todo con los sementales.
Dicen algunos ganaderos que las hembras son sólo vasijas" y que el macho lo pone todo o casi todo. Y no hay tal. La base de la ganadería son las vacas aprobadas con rigor. El semental es el que debe dar el punto. El que debe subir la casta cuando la ganadería ande baja o el que debe suavizar el temperamento cuando hay el peligro de pasar de la bravura al genio peligroso. Pero las hembras son algo mas que una vasija, y no olvidemos que la vaca tiene que ser la madre de un semental. Ya sé que no es lo mismo tentar un Santacoloma que Parladé. Que con este último hay que tener en cuenta que es una casta "fría" que tarde un poco mas en fijarse y romper a embestir. Que muchas veces parecen mansas porque salen distraídas y hasta son abantas.
Pero una cosa es la tolerancia y otra la norma. Un ganadero de sangre Parladé debe procurar que esas salidas sosotas vayan desapareciendo y que la selección rigurosa vaya ganando en fijeza y alegría desde salida para que tenga un comportamiento normal a medida que se van quitando los desechos. Esta es una labor paciente, como quitarle el vicio de escarbar. Y al cabo de cuatro o cinco años se empiezan a ver los resultados. Hay que ir sólo al aprobado de la vaca completa en todos los tercios. Y si ahora anda la moda de darle mayor importancia a la muleta, a la vista están los fracasos y la degeneración de muchas ganaderías famosas, donde se perdonaban muchos fallos en el caballo o en la envestida alegre que debe tener una res brava.
La tienta hay que hacerla con seriedad, silencio, con un torero que sepa obedecer lo que se le ordena y sin dejarse influir por nadie a la hora de calificar. Las vacas hay que verlas sin prisas. Darle los puyazos que hagan falta, para ver hasta donde puede ser buena, y si es mala seguirle pegando para comprobar hasta que punto es mala. Hasta donde puede llegar la frontera de los defectos de esa ganadería. Para saber luego que cuando un toro salga malo en la plaza, conocer sus límites. Un toro te puede salir deslucido o mansote, pero no un barrabas ilidiable y cobardón. Y eso se sabe apurando el juego de las vacas malas hasta todo lo que den de sí. No vale eso de ¡puerta vista! para evitar la vergüenza del mal juego.
La técnica del tentadero es diferente a torear en la plaza. El torero debe comportarse con eficacia y sobriedad en la primera parte de la faena de muleta. Esos seis pases por cada pitón llevándola larga y sometida para que el ganadero sepa como va. Luego ya puede torear a su manera. Mucha mayor importancia tiene ponerla y quitarla en el caballo, donde el picador jamás debe taparle la salida como se hace en las corridas. Soy partidario de que tome lo dos primeros puyazos sin torearla de capa. Luego pararla y fijarla con un mínimo de lances, buscando en cada uno el sitio donde debe quedar. Se coloca en el primer puyazo a una distancia prudencial para que la vaca se entere y sepa lo que le espera en el peto, después se va abriendo y colocando mas lejos hasta que "diga" todo lo que lleva dentro. Es importantísimo colocarla siempre de frente al picador y no de espaldas o atravesada, y sobre todo el torero a partir del segundo puyazo debe estar muy colocado para dejarla en suerte con un solo capotazo. Es muy sencillo, pero casi ninguno sabe hacerlo.
Cuando la vaca está en el peto, el torero se coloca detrás, la llama y se la lleva andándole hacia atrás sin darle el lance. Cuando llega al sitio indicado por el ganadero le da un capotazo y se marcha al burladero contrario, donde puede estar la querencia de la vaca. Esto de saberse ir es importantísimo, porque si el torero no deja fija la vaca, se la lleva detrás y hay que volver a ponerla en suerte. El capotazo debe ser un recorte por abajo para que la vaca quede "clavada" en el sitio donde debe ir. Y además no hay que precipitarse en sacarla del peto. Cuando mete la cabeza y aprieta hay que dejarla por si se duele o quiere irse. Tentando así, viendo las vacas a conciencia y aprobando solo las buenas, es muy difícil que una ganadería no vaya a mejor en muy pocos años. Hace falta mucha afición, mucha seriedad y no dolerse a la cartera de los desechos. Conozco un ganadero que comenzó con 20 vacas de desecho y al cabo de cinco años ni escarbaban, ni berreaba, ni se iban de la muleta buscando las paredes. La ganadería es lo que quiera el ganadero. El que tiene que empezar por "arrancarse" es el dueño. Mal puede tener casta una ganadería si el ganadero es manso.
Tienta de hembras:
Una vez visto todo lo necesario en el caballo, se pasa a la muleta y en la cual se analiza su embestida en todos sus matices: fijeza, recorrido, acometividad, repetición, nobleza, etc. En suma raza, casta y clase, en una palabra bravura. Cuando el ganadero la da por "vista" llega la selección y analizando éste sus notas, la hembra queda en el campo como "vaca de Vientre" si su comportamiento ha sido bravo y futura madre del "Toro Bravo" o, por el contrario se desecha y se sacrifica en el matadero. Esta bella faena campera se realiza cuando la vaca tiene dos o tres años, es decir, de erala a utrera, según el criterio del ganadero. La labor muleteril generalmente la realiza un profesional del toro, en sus distintas categorías de matador o novillero y a su vez sirve a éstos para su entrenamiento y puesta a punto, pues se realiza siempre en época invernal.
La brega en el campo I. Capitulo once.
Cuando veo esos reportajes en el campo con los caballistas (y las garrochas) a galope tendido detrás de una punta de toros, llevándolos de un cordado a otro para que los saquen las cámaras, pasando como un rayo por charcas, regatos, peñas y atajos, pienso que nada más lejos de la realidad campera que esta forma alocada de andar con los toros, con las vacas y los becerros. Precisamente, cuando me pongo a escribir estas líneas, recién anochecido, acabo de comprobar por tercer día consecutivo que tres becerras recién erradas pueden volverte loco si no recurres a la astucia. Mañana habrá que discurrir algo para poderlas encerrar.
Hace unas noches, alguien dejó abierta la portera y las tres penitentas cruzaron la carretera de Aldea del Obispo y se metieron en Portugal. En unas tierras de avena de un amigo. Por la mañana, intentaron regresar solas a su querencia natural pero ya había tráfico y después de darle un par de sustos a los coches, atravesaron otra vez la carretera y enfilaron la portera. Detrás de la portera había una furgoneta, una hormigonera y un montón de tubos para las obras de ampliación de la carretera. Las becerras pegaron un espanto y se volvieron a Portugal. Allí están todo el día, enfrente del cercado de las vacas pero sin atreverse a entrar. Tres días seguidos hemos intentado rescatarlas. En cuanto se acercan a la portera y ven el montón de tubos se echan a correr y se refugian en lo más espeso del escobar. Parece como si quisieran hacerse portuguesas, pero sin separarse de sus madres y sus hermanas. Mañana habrá quitar el montón de tubos, echarle dos vacas mansas y no molestarlas más. Basta con dejar la portera abierta y en cuanto se haga de noche volverán solas.
Échale a esas tres becerras media docena de caballistas con garrochas y todo y no pararan de correr hasta Lisboa. En el campo hay que tener sobre todo calma, todo hay que hacerlo muy despacito. A lo bruto el ganado es mucho más bruto que tú. A la brava son mucho más bravos que tú. Vale más maña que fuerza. Si no discurres, si no eres capaz de engañarlos por las buenas, date por perdido. Hace unos días se puso hecho una fiera Nacho Corvo, el picador de Andrés Sánchez porque venía a embarcar dos toros y no fuimos capaces de encerrarlos. Uno era una malva. Pero el otro tenía siete años, Había hecho ya un viaje y lo desecharon porque tenía una cornada detrás del brazuelo. Lo habíamos metido varias veces en el mueco para curarlo. Y después ya no pudo lidiarse porque nunca fuimos capaces de encerrarlo. Así que notaba el menor movimiento extraño se daba cuenta que íbamos a por él y se perdía. No había paredes ni alambradas capaces de sujetarlo. La última vez se llevó por delante una cerca de malla reforzada con tres filas de alambre de espino. Una de las veces me arrancó de cuajo una puerta del todo terreno. Dentro del coche estaba Pedro Cazas con dos operaciones a corazón abierto. Pedro ya no acabará de un infarto, porque si ese día no se murió del susto ya no se muere nunca. Hace poco, habíamos reforzado la manga de palos y espinos. Pero cuando ya lo teníamos dentro volvió ancas y si no nos quitamos nos lleva por delante. Era media tarde y sobre la marcha discurrimos cerrar la manga para que no volviera a escaparse. En tres horas y media pusimos cincuenta metros de cerca, los palos bien espesos. El toro estaba ya acostumbrado a comer todos los días dentro de la manga. Así que entró con las cabestras, cegado por la gula, sin ver a nadie, y cuando estuvo dentro, cerramos la portera y quedó atrapado. Rápidamente le fuimos haciendo un embudo arreándolo con el tractor y dos jeeps. Se asustó de lo que no esperaba y en un periquete entró en el corral de detener como una exhalación.
Si no hubiéramos discurrido esta argucia, seguiría a sus anchas por esos campos. Si hubiéramos tenido que encerrarlo como en los reportajes de televisión o con la vieja costumbre de los caballos y los bueyes, habría despanzurrado los caballos y arrollando a los bueyes. Hubo que engañarlo. Cuando llegó Nacho el picador, se quedó asombrado de que hubiéramos puesto aquella cerca en tan poco tiempo y tensando las últimas alambres con los focos del coche. Se asombró todavía más de que el toro estuviera encerrado en los chiqueros. Claro que algunos picadores de cubata y cafetería no saben las cosas que pueden pasar en el campo.
A un toro listo se le puede engañar como a los políticos, echándole de comer, jamás con amenazas, ni a la brava. Mucha paciencia y mucha maña. Y a la menor violencia, es mejor dejarlo para otro rato o para otro día. A un toro cuando se le alborota la chimenea le pasa lo mismo que a las mujeres. Lo mejor es dejarlo en paz. Ni se te ocurra llevarle la contraria. Lo mismo que a las mujeres. Hay que tener una paciencia infinita para que se crean que están haciendo lo que ellos quieren. Que no se sientan dominados, porque el campo no tiene puertas y revientan por donde menos lo esperas.
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