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viernes, 4 de diciembre de 2009

LA VIDA DEL TORO BRAVO EN EL CAMPO.


Las notas del herradero.
Capitulo octavo.


Ya es sabido que el herradero es una de las faenas que requiere mayor atención paciencia. Y riñones. Porque antes cuando se hacia a manso eran necesarias dos cuadrillas de gente brava y con una destreza especial para no acabar molido a golpes.

Ahora todo se ha simplificado y con media docena de hombres bien compenetrados se hace en un santiamén. Los becerros por un lado y las hembras por otro van pasando por los chiqueros hasta llegar a la manga que con una puerta corredera de paso al mueco, al que se le cambia de cabecera y dos poleas con cuerdas para inmovilizar el cuerpo. Así de sencillo.

El herradero se implantó en 1969. Hace casi treinta años. Fue el resultado de una campaña de prensa contra el fraude de la edad, cuando se lidiaban utreros por cuatreños. Era la época en que algunos críticos defendían la integridad del toro y los derechos del público, no como ahora, que se dedican a crear figuras falsas, y desorientar al público y a consentir el afeitado a mansalva. Fue un mal negocio para los ganaderos que desde entonces tienen que mantenerlos un año más. Pero sale de ojo que cuando salieron los toros con el guarismo del 9 en el codillo y los cuatro años legales, se retiraron "casualmente", a ver que pasaba nada menos que Antonio Ordoñez, El Viti y el Cordobes. Luego ya es sabido que no pasó nada. Que se evitó la trampa de los años, pero al toro se le siguen haciendo perrerías de todo tipo para que sea "menos" toro.

No vamos a describir por sabidas las labores del herradero. Se le pone la marca de la ganadería, el numero de identificación "personal" en el costillar, el guarismo del año en la paletilla y la señal en las orejas. Además, por si el animalito le quedaban algún trozo de la piel sin quemar, se le coloca la paparruchada del hierro de la Unión o de la asociación, como si no estuviera ya suficientemente identificado con la marca del ganadero, el numero y el año.

Ya de paso, se aprovecha y se desparasitan, añadiendo además otra inyección a las hembras contra el aborto. Huelga decir que la colocación de los hierros tiene que ser cuidadosa y clara, sobre todo con las hembras cuyo numero debe quedar bien clarito porque hay que bregar con ellas toda la vida y no puede haber confusiones ni en la nota de la tienta, ni en los nacimientos cuando sea madre. Con el pelo del invierno, muchas veces es casi imposible averiguar el que lleva si no se las conoce bien a golpe de vista, porque un buen ganadero no debe necesitar mirar el número para conocer cada vaca.


Al margen de la faena de ponerle el número, si el ganadero es observador y tiene afición, puede y debe tomar notas que le serán muy provechosas de cara al futuro. Sobre todo con los machos. El comportamiento de cada animal al sentir el fuego o la inmovilidad proporciona suficientes datos para tener una idea aproximada de su posterior comportamiento. Sobre todo en lo bueno y en lo malo que lleva dentro. No es lo mismo un becerro que al sentirse solo en la corraleta, escarba, berrea y recula cobardeando, al que se le arranca contra todo lo que se mueve o al que permanece tranquilo. Las hembras ya se verán con detalle en la tienta, pero con los machos hay que afinar todo lo posible, para ver luego la nota de la madre y saber si puede ir a una plaza importante o a otra de medio pelo.

Si el becerro toma las puertas sin recelos, si acepta con entereza la chamusquina y sobre todo si sale arrancándose a los perros o se revuelve en busca de los que lo han martirizado, es muy buena señal. Lo bueno es un herradero sin estridencias, sin berreos lastimeros de manso y sin exceso de alborotadores que se meten de patas en la lumbre y forman un guirigay con los hierros para luego liarse as topetazos con todo lo que se les pone delante. Lo bueno es el becerro normal, que no hace cosas feas, que se da cuenta de las putaditas que le están haciendo y lo más que hace es el berreíto de bravo.

El berreíto de rabia y el cabreo, completamente distinto al lamento del manso que llama a la madre. Luego que salga enterándose seriecito y se vaya al paso y muy fijo donde están sus hermanos con el cabestraje. No es frecuente que los ganaderos tomen nota de los herraderos. Yo lo vengo haciendo desde el primer año cuando herramos ¡cuatro! y se lidiaron en un festival en Burgos, donde actuaron Camino Puerta, Roberto Domínguez, Teruel, Manzanares, El Puno y el novillero Luis Reina. Ese día supe por primera vez en mi vida que un ganadero, aparentemente sereno, puede devolver de los nervios al terminar el festejo.

Herradero:

Esta faena de campo tiene por finalidad marcar e identificar a cada becerro, mediante la colocación de unas señales en uno de sus costados. Estas marcas se realizan aplicando un hierro candente sobre la piel del becerro, quemándole el pelo, quedando de esta manera, indelebles para siempre. Las señales que se le colocan al becerro son cuatro: La primera es en el muslo, e indica el hierro identificativo de la ganadería; después, se le coloca otro hierro en la penca del rabo, significando si la ganadería es de primera , o sea, pertenece a la Unión de Criadores de Toros de Lidia, o si por el contrario, pertenece a la Asociación de Ganaderos de Reses Bravas, no se le coloca ninguna señal; en la tercera marca, que es aplicada en el costillar, indica el número de orden en que fue herrado, si bien hay ganaderos que tienen otros métodos o sistemas; por último, en la paletilla, se coloca el guarismo, es decir la última cifra del año de nacimiento del becerro.

El herradero se realiza en invierno, cuando el becerro tiene ocho y doce meses de edad, siempre en presencia de dos representantes de la Guardia Civil y un veterinario, que al acabar el herradero levanta acta.

Al soltar el becerro, éste va en busca de la madre, de la que fue separado anteriormente, quien le lamerá y hará cicatrizar las heridas, siendo éste el momento en que se produce la confirmación y anotación de lo que ya presentían el mayoral y el ganadero, o sea, de quien era hijo el becerro, pudiendo saber así la reata de éste, es decir, su familia.


AQUELLOS TENTADEROS.
Capitulo noveno

Se aprende mas en una tarde de tentaderos que en una feria entera. Me refiero a una tienta seria con un torero sabio que no tiene porqué ser un figura. A ser posible retirado, con esa madurez reposada de los toreros viejos que estudian la reacción de la vaca antes de dar un paso o un pase. Recuerdo una mañana de agosto donde solo estábamos en la plaza Manolo Escudero, el vaquero y yo. Retentamos unas vacas viejas cuando compramos una parte de la ganadería de Paco Belmonte de Carlos Núñez, cuando tener Núñez era un sueño de cualquier ganadero; y yo tarde un mes en deshacerme de esas vacas conservando solo dos por el simple detalle de ser coloradas. Porque teniendo lo bravo de Arranz no iba a caer en la estupidez de quedarme con una ganadería "de moda" cuando las modas son algo tan pasajero que a estas alturas de los innumerables ganaderos que compraron Núñez, ya no embisten ni los propios Núñez.

Aquellas vacas viejas y astifinas parecían más grandes en la soledad de la plaza y sin el calor del publico. Pero algunas salieron tan inocentonas y tan olvidadas que el placer de torear era muy superior al que pueda sentirse ante una erala virgen. Hubo un momento que Escudero dio un respingo, tiró la muleta y salió corriendo despavorido. Ni la vaca ni el torero tenían nada que ver con aquella espantada. Es que en uno de los agujeros de la pared había un avispero y cuando estaba citando, Manolo sintió en un brazo el aguijón de una avispa que le produjo un pánico mucho mayor que enfrentarse a la vaca cornalona.

Otro día en la sierra de Madrid, cerca de Colmenar, estrenaba su ganadería murubeña ese gran aficionado que es Antonio Méndez. Allí estaba nada menos que Gitanillo de Triana, retirado ya hacia muchos años y Rafael Ortega "Gallito". Gitanillo murió poco después, cuando volvía de una fiesta en casa de Luís Miguel. "Gallito sería años mas tarde el que le veía y afeitaba los toros (o así) de El Cordobés. Ver en el campo, en una incomoda plaza cuesta abajo, el embrujo de la gitanería de dos toreros viejos es de los recuerdos que perduran siempre. Como ver a Pepe Luís Vázquez enfadarse un día en Utrera y echarle las dos rodillas al suelo a una vaca de Guardiola. O estar dos días encerrado en la finca de Alfonso Lacave perdida en lo más agreste de los montes de jerez con el gordo, calvo y barrigón de Rafael Ortega que ha sido uno de los toreros más puro y auténtico de los últimos treinta años. Prototipo de lidiador clásico torero profundo al que no le hicieron justicia los críticos de la época (vendidos a Luís Miguel y a Ordóñez) pretendiendo que pasara a la historia como un gran estoqueador cuando siendo un maestro del volapié, tenía mucho más mérito su forma de hacer el toreo autentico. Pero Rafael era gordo, calvo, sin leyendas y sólo podía gustar a los verdaderos aficionados.

Recuerdo otro tentadero con domingo Ortega y Antonio Bienvenida, cuando Domingo tenía ya cerca de setenta años y toreaba con guantes y los viejos zahones encima de un jersey azul asomando las puntas de una camisa blanca. Llevaba un lacio sombrero gris con las alas caídas y unas gafas de cegato como el culo de un baso. Antonio Bienvenida y yo lo mirábamos absortos como paraba las becerras sin mover más que los brazos y cómo las dejaba en suerte al caballo con un solo capotazo, templado y preciso. Luego le echaba "las bendiciones" que era el acto de supremo dominio, cuando al rematar el capotazo hacía un gesto con la mano y se marchaba andando de espaldas a la vaca, muy despacito, sabiendo que no iba a moverse hasta que no la citara el picador.

Recuerdo cuando el tentadero era un rito solemne y se guardaban las formas y las normas, cuando llegaba al "Rual" de los Pachecos Parrita y Manolo, dos Santos que ya llevaba encima el sello de perfilerismo decadente que trajo Manolete y yo me escapaba de la escuela y cogía la yegua del prado de la Marquesa y me iba montado a pelo con un ronzal en vez del bocado para que no se enteraran en casa. Y luego los Pachecos no me dejaban torear si no llevaba un permiso de mi padre por escrito. Allí en aquella plaza chica y costanera perdida entre las encinas vi la primera vez a un venezolano desconocido que no llevaba encima más que un jersey raído por donde se colaban los aires helados de antaño. Era Cesar Girón, que esa misma temporada ya se hizo figura.

Un torero de casta donde los haya, aunque no encajara en mis gustos.

Poco a poco, a medida que pasaban los años, el campo iba degenerando y las tientas se tomaban mas a chirigota. Sin la seriedad que deben tener estas cosas. Una Semana Santa nos fuimos a vivir a la finca de Manzaneda, un millonario solterón al que llamaban en Salamanca "El Gran Visir". Aquello fue una tormenta. Estaban El Tino de Alicante, El Turia, Rogelio Madrid que luego se hizo artista de cine, los dos Pirri, Parrita de Triana que murió en un accidente al tragarse la dentadura. Tentábamos la ganadería entera y cada vaca era una guerra porque todos queríamos salir a la vez.

Recuerdo otro tentadero en una finca cercana a Palma del Río donde el ganadero tenia una corte de chavalillos que querían ser toreros y los tenia para todo, para mozo de comedor, para los recados... y decían las malas lenguas que para más cosas cuando se hacía de noche. Allí me llevó Luís Segura que se murió de un infarto toreando en un festival.

Poco a poco van cambiando el sentido de las tientas. No es lo mismo ver a Pepe Luís o a Rafael Ortega o a Gitanillo que ir, como aquellos tres días en Huelva, con Tomás Prieto de la Cal en "La Ruiza" donde todos estábamos locos por tirarnos a una doncella preciosa y luego resulta que era una putilla que se había traído Tomas desde Madrid para que le calentara la cama.

Pero de las tientas hay mucho que hablar. Ahí está el secreto de las buenas ganaderías y la verdadera técnica del toreo. Seguiré escribiendo de la técnica de poner a una vaca en suerte y de cuando un día en la finca de Felipe Laffita mis hijas y Julito Aparicio le rayaron con unos cristales el "Mercedes" de Colás Aparicio padre y había que ver y oír al maestro de la Fuente del Berro, invocando a Herodes.....

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