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martes, 1 de diciembre de 2009

EL TORO BRAVO EN EL CAMPO.


Nacimiento y ahijado.
Capitulo sexto.


De la misma forma que carecen de pudor o de intimidad para el acto sexual y cuando le viene el celo no se esconden de nadie, las vacas eligen cuidadosamente el sitio más recóndito o más abrigado para parir. Como la mayoría de mujeres lo tiene de noche.

Coinciden también con las mujeres en los nueve meses de embarazo aunque ya está dicho que en el celo no se parecen en nada. Las vacas soportan la castidad con mas naturalidad que Isabel la Católica en la toma de Granada.

Poco más de un día les dura el celo. Comprenderéis que encontrar una mujer que salga solo un día a al año a machos es imposible. Pero dejemos las "comparanzas" y digamos que las vacas solo paren de pie cuando barruntan algo extraño a su alrededor. Lo primero que hacen es lamer la cría hasta que torpemente se va poniendo en pie. Si una vaca no lame el becerro es casi seguro que se muere si no acude al ahijador a tiempo y le frota la piel con un saco y lo lleva a la lumbre para darle leche o calostros hasta que se endereza.

El becerro lamido busca instintivamente la teta y bebe la leche a tirones hasta saciarse. Después se queda dormido como muerto completamente inmóvil. Puede estar cinco o seis horas seguidas así.

Es entonces cuando mayor peligro corre y cuando más celo pone la vaca en esconderlo. La madre aprovecha ese momento para comer porque no lo hizo en toda la noche y lógicamente está exhausta. Pero lo hace vigilando constantemente el sitio donde ha escondido la cría. Un buen ahijador debe estar pendiente para localizarlo cuando está dormido y colocarle el crotal con el número que va a identificarlo hasta el día del herradero. Y evitar que se metan con él los perros, sobre todo si son extraños en la finca.

Un buen ahijador no debe fiarse nunca de la vaca para localizar al recién nacido. La vaca siempre tratará de engañarlo caminado o señalando en sentido contrario donde lo tiene escondido. El vaquero imita perfectamente el berreito del becerro y esto de resultado con las primerizas que acuden donde lo dejaron a carrera tendida. Pero con las viejas la imitación no vale. Y además hay que andar con mucho cuidado porque cuando la madre sabe que el becerro ha sido descubierto se arranca como una fiera a por el hombre. Sin embargo la vaca brava es quizá el animal más tonto para defender a las crías. Los perros o los lobos se los quitan con mas facilidad que a las mansas.

Sabido es que las yeguas cuando sienten al lobo hacen un corro y ponen en el centro a los potrillos, vuelven ancas y se defienden a coces. Cómo serán de temibles las coces caballares que hasta los toros cinqueños se dejan comer el pienso de los caballos.

Los primeros días de su vida el becerro se pasa las horas durmiendo. La primera semana en solitario donde lo tiene escondido la madre. Después forman tropas y se van todos juntos buscando el abrigo de la solana y allí se desperezan en sus interminables siestas colectivas. Y allí los van a buscar las madres para darles de mamar como iban las madres antiguas a llevarle el bocadillo a la hora del recreo en la escuela.

Afortunadamente las ganaderías todavía no se han inventado las guarderías infantiles y es emocionante ver a una vaca buscando a su hijo cuando este se pierde. Recorre todo el cercado buscando en los sitios más recónditos y berreando lastimeramente. Hay también madres flacas o viejas que apenas les prestan atención porque bastante tienen con sobrevivir.

Cuando a un becerro se le muere la madre hay tres soluciones. O echárselo a la vaca suiza que hay para estos casos. O criarlo a biberón encerrado en un pajar o "doblárselo" a una vaca que se le ha muerto la cría. Aquí es donde se pone a prueba toda la pericia del ahijador. Porque la madre del huérfano rechaza al intruso, salvo las tontas que nunca faltan, el ahijador tiene un buen remedio, desuella el becerro muerto y le coloca la piel bien atada al adoptado. Solo identificando el olor de la piel de su hijo la madre se dejará engañar y aceptará como suyo al extraño.

Normalmente un becerro no necesita mayores cuidados si esta sano y bien ahijado. Pero nunca faltan contratiempos que requieren una minuciosa vigilancia cada mañana y cada tarde. Para ver como van. Lo más frecuente son las diarreas y se da en vacas muy lecheras y becerros muy frágiles.

Hay que inyectarlos rápidamente o se mueren en una semana. Y sobre todo tenerlos a dieta unos días. Otro caso lamentable es el llamado "músculo blanco" que se nota porque anda con rigidez, con las patitas engarrotadas. Lo que llamamos "andares de maricón" y también tiene remedio inyectándolos al notar los primeros síntomas.

Sobre este particular hay puntos de vista contrarios. Por ejemplo al cronista José Antonio del Moral y al torero Ortega Cano son contrarios a todo tratamiento de estos becerros porque les encantaría que de toros salieran a la plaza con esos andares. Pero esto son actitudes minoritarias y los ganaderos siguen vacunando contra el músculo blanco.

Y así y todo el porcentaje de toros gay es importante. Y son los preferidos de los toreros porque suelen ser muy nobles en la muleta. Ya referimos algunos casos. Aunque parezca mentira un gran numero de toros de bandera de vuelta al ruedo o incluso indultados son maricones.

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