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lunes, 21 de diciembre de 2009

NO LE HICIERON CASO Y AQUI ESTAN LOS RESULTADOS

“RETOS DE FUTURO DE LA PRODUCCIÓN DE GANADO DE LIDIA”.
Por D. Antonio Purroy Unanua Catedrático de Producción Animal E.T.S. de Ingenieros Agrónomos Univ. Pública de Navarra

EL MÉRITO DE LOS GANADEROS DE BRAVO


El toro de Lidia actual es la consecuencia de la evolución que ha sufrido el animal primigenio, acorde con los dictámenes emanados de la Fiesta, a lo largo de los siglos. Los ganaderos de bravo han sido los encargados de cumplir las pautas que en cada época les marcaban las personas más influyentes de la Fiesta, los apodados frecuentemente con eufemismo como los “taurinos”, o simplemente la pléyade de aficionados más o menos influyentes dirigidos o no por la crítica especializada.
Se puede afirmar con rotundidad que los ganaderos de bravo son los responsables de que exista el toro de lidia tal y como se concibe en la actualidad, porque han conseguido cambiar y modular durante estos últimos siglos, un toro semisalvaje en el toro “doméstico” que hoy existe. Mediante la selección y la mejora genética han cambiado la fiereza indómita del animal antiguo por la bravura controlada del toro moderno. Este cambio espectacular, aunque haya sido a lo largo de varios cientos de años, solo se puede conseguir con una correcta metodología.
La metodología seguida por los ganaderos para seleccionar sus animales es la más perfecta que se conoce y coincide con las leyes fundamentales de la selección y de la mejora genética del ganado y que se siguen utilizando en Producción Animal. Los ganaderos de bravo han desarrollado sin ellos saberlo y partiendo de la más simple intuición ganadera, dichas leyes, aunque nos se les reconozca el mérito de haberlo hecho.

La selección del ganado de Lidia tiene además una dificultad añadida, que es la que se corresponde con la selección de un carácter -o de varios- de comportamiento que, al ser subjetivos y difícilmente mensurables, hacen mucho más complicado el avance y el progreso genético.

Los ganaderos han conseguido mejorar de manera sobresaliente el comportamiento del toro de Lidia, de manera que el animal actual es más bravo y más noble que el antiguo, porque se emplea más y durante más tiempo a lo largo de la lidia. No obstante, por las exigencias de las figuras y de los taurinos influyentes han ido mucho más lejos de lo que debían en la consecución del carácter nobleza, por lo que hoy asistimos a festejos donde la nobleza de los toros es tan acusada que ha desembocado en una grave mansedumbre y una desesperante falta de fuerza. Y ya se sabe que cuando el toro se cae la Fiesta se tambalea.

EL TORO DE LIDIA ACTUAL

Como acaba de ser evocado, a lo largo del siglo XX hemos asistido a una dulcificación del temperamento de los toros, que ha sido más acusada en las 3 ó 4 últimas décadas.

Bien es cierto que el toro de lidia, aunque no lo parezca, es un animal “doméstico”. Y es doméstico porque cumple todas las características de los animales que tienen esta condición: no compiten por la comida, no luchan por la hembra y se les cría en cautividad para beneficio del hombre. ¡Pero que el toro de Lidia sea doméstico no impide que pueda y deba ser bravo!

Los ganaderos de Lidia tienen la obligación de criar un toro que, además de movilidad y de fuerza, sea bravo y noble. Un animal manso y sin fuerza, que se cae constantemente y al que hay que someter forzosamente a la injuria innecesaria del picador y de las banderillas, no hace sino levantar un sentimiento de crispación primero y, de pena después, en los espectadores ante el sufrimiento injusto de un animal totalmente desvirtuado e indefenso. Los animales verdaderamente bravos, que tienen en su código genético la orden de luchar sin denuedo y que se crecen al castigo y a las dificultades de la lidia, dan la “apariencia” de no sufrir e incluso de disfrutar en los diferentes lances de la prueba; la furia y la rabia deben ser un buen antídoto contra el dolor.

Este es un aspecto muy importante hoy en día, ya que cada vez se instala con más fuerza en los tendidos una mayor sensiblería hacia el sufrimiento de los animales, que engorda poco a poco el sentimiento antitaurino de las gentes. En este mismo sentido, el gran público –el que paga la entrada y llena las plazas- tiene que ver que existe una cierta igualdad de fuerzas entre el torero y el toro, sentir que cualquiera de los dos puede vencer, cualquiera puede morir, para lo cual ante la habilidad y la pericia del hombre se contrapone la fuerza y la agresividad del animal irracional.

Y no sólo por ello, sino porque el verdadero aficionado demanda el auténtico toro bravo con pujanza y agresividad, que consiga trasladar emoción y riesgo a los tendidos. No hay que olvidar que las faenas cumbres de la historia de la Tauromaquia se han realizado siempre con toros que además de belleza y de arte han propiciado emoción y riesgo. Y que no se diga que si un toro es bravo no puede ser noble o viceversa, porque científicamente se ha demostrado que se puede seleccionar y mejorar en la misma dirección la bravura y la nobleza y, como en el caso anterior, existen muchos toros en la historia que han gozado de la doble condición. Y, aunque no lo parezca, también se ha demostrado científicamente que es más lento avanzar en la mejora del carácter nobleza que en el de bravura.

 LOS TAURINOS


Por tanto, los taurinos tienen la responsabilidad de mantener la Fiesta, reclamando para ello el verdadero toro bravo que es el mayor activo de la misma. Cuando el toro es manso y sin fuerza llega el aburrimiento a los tendidos y el siguiente paso es que la gente no vuelva a los toros por ser un espectáculo caro, aburrido y desvirtuado. Muchos de estos aficionados se están refugiando en el resurgimiento de la Tauromaquia Popular.

La luz roja de la alarma empieza a parpadear y los festejos llamados Mayores (corridas y novilladas picadas) comienzan a acusar la ausencia de emoción y de autenticidad en forma de pérdida de espectadores que, o bien se quedan en sus casas, o bien desahogan su afición dirigiéndola hacia los festejos populares tradicionales, también conocidos como festejos populares Menores. Estos festejos gozan de la simpatía de los aficionados procedentes principalmente de las zonas rurales, ya que los consideran más auténticos, con mayor riesgo, más participativos y, sobre todo, más entretenidos. Cualquier persona puede participar en ellos y no suele ser necesario pasar por taquilla y casi siempre los mozos se juegan la vida por nada o, si se prefiere, por amor al arte, nunca mejor dicho.

LA EXPLOTACIÓN DEL GANADO DE LIDIA


La explotación del ganado de Lidia ha sufrido un cambio sustancial en los últimos 20-25 años, ya que se ha pasado de unos sistemas de explotación casi ancestrales, heredados de padres a hijos, a unos sistemas de producción que se benefician de las técnicas más modernas de la Producción Animal actual.

Hay que tener muy presente que las explotaciones de ganado de Lidia son como las explotaciones de ganado vacuno para la producción de carne, en las que debido al fuerte temperamento de esta agrupación racial, el manejo de los animales exige una metodología y unas instalaciones específicas, así como más personal y más especializado, que en las explotaciones convencionales de vacuno.

Por tanto, las explotaciones de ganado de Lidia también tienen derecho a las ayudas procedentes de la Unión Europea (subvenciones de la PAC), que se han convertido en uno de los pilares básicos de la rentabilidad de las explotaciones extensivas, ya que pueden llegar a suponer hasta el 40-45 p. 100 de los ingresos de una explotación convencional. El problema se plantea en la actualidad cuando empiezan a aparecer en el horizonte de la ganadería extensiva española -y también en la europea- los primeros nubarrones que van a traer seguramente la desaparición futura de las ayudas comunitarias; este hecho, va a obligar a una profunda reflexión sobre el futuro de muchas explotaciones en varios subsectores ganaderos.

Un factor muy interesante de cara a la supervivencia de las ganaderías de Lidia es que se ha incorporado a las mismas un plantel de jóvenes ganaderos, muchos de ellos con formación universitaria dentro del campo de la agronomía y de la veterinaria, que están llevando un nuevo aire, más moderno y tecnificado, a la gestión de las explotaciones de bravo. Estos nuevos ganaderos únicamente pervivirán en esta noble y apasionante actividad si la rentabilidad de sus explotaciones es positiva; lamentablemente, este es un objetivo que se alcanza con bastante dificultad.

En un trabajo que estamos realizando sobre la rentabilidad del ganado de Lidia se percibe claramente que este tipo de ganaderías son deficitarias cuando se consideran todos los costes computables de acuerdo con el Plan de Contabilidad de la Unión Europea. Así por ejemplo, los ganaderos no suelen imputar en el capítulo de costes los correspondientes a los Costes de Oportunidad, es decir, el valor que resulta de aplicar un porcentaje al conjunto de las inversiones tales como la tierra, el equipamiento, las infraestructuras y el ganado; tampoco los ganaderos suelen imputar su propia mano de obra que, por otra parte, es cualificada.
Si además de todo ello, se aspirase en estas ganaderías a tener un beneficio empresarial, por ejemplo un 5 p. 100 del capital invertido, entonces muy pocas de ellas serían rentables. Si a todo ello se añade la amenaza cierta de la pérdida de las subvenciones de la PAC, se justifica la gran preocupación que existe ante el futuro de la Fiesta desde la vertiente de la producción ganadera.

Una de las propuestas de mejora ante este futuro incierto es el de hacer permeables las ganaderías de Lidia a los aficionados y a las personas interesadas en conocer cómo se cría un toro de Lidia, ya que posiblemente sea esta actividad una de las más interesantes de las relacionadas con la Fiesta de los toros. Sólo cuando se conoce la complejidad de la cría del ganado se valora en su justa medida todo lo que supone un toro de Lidia cuando salta al ruedo, ya que detrás de esa estampa tan bella y poderosa, se esconden varios siglos de dedicación, de estudio, de conocimiento, de sentimiento, de arte en una palabra.

Se trata de mostrar al mundo que la cría del ganado de Lidia es una cría natural, en extensivo, y por tanto racional y ecológica, y que si esta actividad no existiera habría desaparecido una agrupación racial genuinamente española y posiblemente también amplias zonas de dehesa que se mantienen gracias a que en ellas se aloja el ganado bravo.

Por ello, el turismo rural ha llegado también a este tipo de ganaderías y, además de formar a los aficionados, sirve para proporcionar un ingreso adicional a la ya maltrecha economía de las ganaderías de bravo.
Otro ámbito al que habría que abrir el mundo del toro de Lidia es a los jóvenes de los colegios y de las universidades, para que la cría y la explotación de este animal tan genuino en un ecosistema natural sirviera como actividad complementaria en su formación; ello serviría también para crear afición en los jóvenes estudiantes.
En definitiva, hay que huir del aislamiento y del oscurantismo en el que se desenvolvían las ganaderías de Lidia hasta hace tan sólo unas pocas décadas para abrirse al mundo exterior y al progreso que todo sector ganadero se merece.

EL FUTURO DE LA GANADERÍA BRAVA

El futuro de la ganadería brava se debe asociar al futuro de la Fiesta y el futuro de ésta va a depender fundamentalmente de la existencia del auténtico toro de Lidia, que es un animal correctamente criado, íntegro en sus defensas y posibilidades, bravo en el caballo, noble en la muleta y que vende cara su vida hasta el momento de la muerte al final del último tercio.
La mayoría de los ganaderos son capaces de producir este tipo de toros y son por tanto los responsables de producirlos. ¿Y cómo se producen? Se producen con un adecuado plan de selección y con un manejo correcto. Pero lamentablemente, estamos asistiendo a menudo desde hace bastante tiempo al fenómeno contrario: los ganaderos se ven obligados a producir el tipo de toro que demandan las “figuras” y sus representantes, que no es otro que un animal suave y noble y por tanto sin raza y sin fuerza, que no produce riesgo ni emoción.
A esta decisión han tenido que llegar muchos ganaderos muy a su pesar y para ello no sólo han tenido que cambiar la forma de seleccionar sus animales heredada de padres a hijos, sino que han tenido que cambiar hasta el encaste, en definitiva, han tenido que crear una nueva ganadería o, si se prefiere, se han convertido en “nuevos” ganaderos.

Como aficionados se debe estar en total desacuerdo con esta deriva pero hay que comprender que los ganaderos viven de la venta de sus animales y dada la escasa rentabilidad de las ganaderías de Lidia –como ya ha sido indicado- están abocados a vender muchos toros y caros, antes que pocos y baratos.
Los toreros y sus mentores huyen de los toros problemáticos, es decir, de los encastados, de los que repiten, de los que tienen fuerza y movilidad, aunque sean bravos y con nobleza encastada.

Cabría preguntarse cómo va a responder la sociedad en el futuro…, lo que sí es seguro es que va a pedir el toro auténtico, el toro que aparentemente no sufre durante la lidia, el animal que lucha en igualdad de condiciones o que al menos se vislumbra que puede vencer en el combate e, incluso, si es muy bravo, puede conseguir el indulto, que es el mayor honor que pueden tener él y el ganadero, y el mayor gozo que puede sentir un buen aficionado en la plaza.

Otra de las dudas que a menudo asalta a los futurólogos de la Fiesta es si existirán muchachos capaces de ponerse delante de un toro en un país como España que ya se encuentra en el grupo de cabeza de los países desarrollados del planeta, donde la frase paradigmática “más cornadas da el hambre” hace tiempo que no tiene consistencia real. Así como cada vez existen mejores cantantes, deportistas, investigadores… entre la gente joven, también deberían existir buenos toreros cuyo origen tiene que ser muy diferente al de los ya antiguos “maletillas”.

Las Escuelas de Tauromaquia están jugando un papel primordial en este campo, ya que además de enseñar a torear, procuran por la formación integral de los chicos. Esta metodología no es nueva pues ya el rey Fernando VII creó en 1.830 la Real Escuela de Tauromaquia de Sevilla, al frente de la cual puso al maestro Pedro Romero (¡llegó a matar más de 1.500 toros y nunca fue herido por asta de toro!) y tuvo como alumnos aventajados nada menos que a Cúchares y a “Desperdicios”. Un ejemplo actual y muy fructífero es la Escuela de Tauromaquia de la Comunidad de Madrid, que en estos últimos 20 años ha producido un gran ramillete de buenos toreros.
Lo que no cabe duda es que ganaderos de Lidia van a seguir existiendo siempre, aunque sea por afición y como reliquia de la raza, ya que la cría del toro bravo tiene una magia especial, lo que unido a la gran afición que tienen y el respeto a la tradición que profesan, se antoja muy difícil su desaparición. Sólo la acusada rentabilidad negativa durante una serie larga de ejercicios económicos conseguiría volatilizar ésta actividad ganadera.

¿Seguirá el público asistiendo a las plazas? 

Sí, mientras el espectáculo que se ofrezca sea auténtico, haya emoción y riesgo y se produzca arte. Para ello, sólo es necesario un toro bravo de verdad y un torero con sentimiento, es difícil pero factible. El posible fraude debe ser desterrado.
Por otra parte, el ocio de un país avanzado ahondará en las raíces atávicas de un juego en que tanto el hombre como la “fiera” se enfrentan a la muerte y sólo se la puede vencer en la pureza de su máxima expresión: la bravura del toro y el arte del torero.
Debido al cada vez mayor alejamiento de la civilización moderna con el origen de la Fiesta, habrá que realizar labores de educación y de formación en los valores de la misma, que reclamen la atención de las gentes y creen afición en los que se acerquen a la Fiesta.

ECOLOGISTAS, ANTITAURINOS Y POLITICA


Tampoco habrá que bajar la guardia en la defensa de la Fiesta, ya que cada vez van a ser mayores y más frecuentes los ataques procedentes de los movimientos autodenominados ecologistas (desconocen la cría natural del toro bravo) y de los grupos en contra del maltrato de los animales (ignoran el hambre y las guerras existentes en el mundo) y, más recientemente, de algunos grupos políticos que han tomado a la Fiesta como diana para atacar la unidad de España.

La Fiesta de los toros ha pasado a lo largo de la historia por momentos mucho más complicados que los actuales, incluso por varias prohibiciones de las corridas de toros (por ejemplo, en el reinado de Carlos IV, cuando en 1.805 se prohibieron las corridas de toros) y siempre hemos salido victoriosos. Si los aficionados nos unimos somos más numerosos y tenemos una mayor determinación en defensa de una esencia que está fuertemente arraigada en nuestro sentimiento.

Tengamos bien presente que el verdadero enemigo de la Fiesta se encuentra dentro de la misma y que no es otro que la desunión entre los diferentes estamentos de la misma y la transigencia en el fraude de la pérdida de casta de los toros, y en el enriquecimiento rápido de los que manejan el “cotarro” taurino.

Que los ganaderos sean conscientes que cuando sus toros se caigan por la pérdida de bravura y de casta por exigencias de ciertos “taurinos”, entonces todos se volverán contra ellos, especialmente aquellos que un día les exigieron el desvirtuamiento de los toros que no tendrán inconveniente en poner a los toreros y al público en su contra.

Administrador: Alguien de los lectores pueden poner alguna pega a la conferencia...SIN COMENTARIOS

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