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En estos días nuestro país se llena de fiestas. Los toros, guste o no, son la parte fundamental de la mayoría de las ferias y fiestas de España. Corridas de toros, novilladas, becerradas o los famosos festivales que no son a beneficio de nadie, inundan nuestra geografía a pesar de que puedan disminuir algo su número por la dichosa crisis económica que nos inventaron los más pudientes y quieren que resolvamos los que no estamos de acuerdo con el actual sistema financiero de los países europeos y occidentales.
Al llenarse de fiestas y de toros nuestros pueblos y ciudades, aflora uno de los problemas que yo considero es candente en la fiesta actual: los presidentes de los festejos.
Un artículo en uno de los blogs que sigo de Veterinarios taurinos de Andalucía me ha animado a dar mi opinión al sorprenderme respecto a su contenido, pues si bien trata de afrontar el problema que nos ocupa en este post, al final pasa de puntillas sobre el para mí verdadero problema y sólo crítica el puritanismo taurino de algunos de los presidentes al conceder trofeos, y una crítica importante a los que endurecen su postura para contentar a los toreros y al publico festivo, sacando a colación el famoso rabo de Las Ventas a Palomo, por el presidente de triste recuerdo Sr. Pangua.
Siempre nos ha preocupado a los aficionados la persona o personas que puedan ocupar los palcos en plazas importantes y en otras que no lo son tanto. Uno de los cometidos de esa figura, además de defender al aficionado y al público pagano, es la de tratar de mantener la pureza y la integridad de la fiesta, comenzando por el toro y siguiendo por todos los aspectos de la lidia en sus correspondientes tercios, así como el mantenimiento de un elemental sentido de la justicia en la concesión de trofeos tratando a la vez de mantener la tradición y el prestigio, sea cual fuese, la plaza en cuestión.
Hasta ahora siempre han sido agentes de la autoridad y desde hace algunos años se permite la presidencia en algunas plazas de según qué comunidades, que el lugar lo ocupe un aficionado “de reconocido prestigio o competencia”. Si por los taurinos fuese, esto no sería problema pues ellos mismos ocuparían el lugar prominente de presidente o, como lo llaman en algunos países de Sudamérica, juez de plaza. Muchos de ellos piensan que deberían autorregularse y ellos mismos se lo comerían y se lo guisarían. ¡Tamaño disparate! Desde luego esto no es el tema exacto de escrito y por tanto no lo trataré, pero sí el de la presidencia, para decir que no estoy de acuerdo, en la mayoría de los casos, con esto del aficionado presidente.
Por desgracia hay muchos aficionados, sobre todos los de afición sobrevenida y casi siempre perecedera, que hacen gala de un protagonismo inusual y poco edificante. Son los que utilizan la afición para medrar en el mundo del toro, son los que este aficionado llama aficionados profesionales. Éstos son también sobre los que generalmente recae el encargo de presidir corridas, especialmente en pueblos o ciudades de provincias. Los resultados, en general, no parecen muy optimistas. No hay más que ver los indultos que se producen a diestro y siniestro y la fiebre orejil que nos invade.
No es que me parezca que el presidente policía sea el idóneo, pero sí mejor que el de aficionado y evitaría tanto tonto como se cuela en este mundo y se deja deslumbrar por las luces del traje de los toreros y el wiski o el marisquito del apoderado. En todo, siempre hay que decirlo, habrá excepciones, honrosísimas excepciones por cierto, pero por lo general el resultado me parece que es negativo.
No creo que me corresponda a mí inventar un nuevo sistema, pero mientras surge otro mejor yo sigo prefiriendo a la autoridad, aunque la deje de ejercer muchas veces. Como máximo con un aficionado de asesor, de la misma manera que el asesor veterinario. Tampoco es que me inspire siquiera mucha confianza esto del aficionado asesor, pues vuelvo a imaginarme quiénes son lo que se suben a los palcos.
Los presidentes, sean policías, alcaldes o concejales, deberían de pasar algo más que un simple cursillo y los aficionados aspirantes a asesores también, por supuesto. Sé que ya hacen algo parecido pero creo que es insuficiente a todas luces.
Un amigo me contaba, en estos días, que en un pueblo andaluz, las autoridades, decidieron en un alarde democrático, ceder la presidencia de los festejos, incluso dejarse aconsejar en la organización de los festejos, por un aficionado local, que se autoproclamaba, más que contrastarse, un gran entendido de la fiesta de los toros. La mañana del primer día de su presidencia, este aficionado alardeaba, con sus amigotes, de que esa tarde devolvería un novillo. Y así lo hizo. No se sabe muy bien por qué, si había algún motivo de antemano o qué era lo que ocurría, teniendo en cuenta que se trataba de un festival de estos que se organizan sin deber de hacerlo.
Ante la perdida de confianza de los munícipes por su representante taurino, le quitaron la presidencia para el día siguiente y él, esa tarde, volviendo a hacer alarde de su inmaculada e intachable afición, decidió encabezar una petición popular para el indulto de un eralito. La cosa tomó tal cariz que a punto estuvo de producirse un altercado de orden público, porque la persona que presidía, con acertado criterio, se negó a lo que parecía un gran disparate.
Imagínense por un momento lo que ocurriría en muchos pueblos y ciudades con aficionaditos como éste, de los cuales me temo su número no debe ser escaso.
Estas presidencias poco experimentadas nos llevan a llamar la atención sobre el problema suscitado con los indultos, alguno de ellos escandaloso, sin que parezca haber responsabilidad para nadie. Habría que poner en los reglamentos algún apartado para que los presidentes que toman este tipo de decisiones las tuviesen que motivar debidamente por escrito y éstas pudiesen ser revisadas por las autoridades provinciales o comunitarias.
Ya está bien de que el torero y su corte, con la ayuda del aficionado sabiondo y de un presidente incompetente, indulte un animal bravo que como mucho, en ocasiones, podría recibir el premio de vuelta al ruedo y la mayoría de las veces ni eso.
En fin, esto de las presidencias de festejos taurinos desde mi punto de vista sigue estando muy verde y poco meditado. A poca gente contenta uno u otro sistema. Habría que dedicar más tiempo a trabajarlo y hacer propuestas más coherentes y estructuradas. Este aficionado cansado aboga por que, mientras, se siga haciendo por la autoridad competente (aunque a veces sea incompetente) sobre todo en las plazas importantes, aunque todas los cosos con decisiones equivocadas de los presidentes pueden crear una afición equivocada y un estado de opinión taurina erróneo y heterodoxo en todos sus términos y formas.
¡Qué miedo lo del aficionado protagonista! El toro y el torero son los únicos protagonistas y el aficionado y el público, pagando, el que sostiene la fiesta. ¡Ni más ni menos!
2 comentarios:
Tema este de los presidentes y veterinarios bastante preocupante para el desarrollo puro y limpio de un festejo taurino.
A mí lo que verdaderamente me preocupa, al margen de una oreja de más o de menos, es el "compadreo" que existe, entre empresa y este dúo, sobre todo en plazas de provincia, donde el (jefe empresario) domina la situación, ante la docilidad de algun aficionado, con el titulo de presidente adquirido en la tómbola de la amistad o del parentesco familiar, esto si es tristemente lamentable, y desgraciadamente se da, por mucho intento de disimularlo que se haga, como devolver un toro el último día, cuando le tenía que haber precedido muchos más.
Y los sainetes que se forman en los reconocimientos...Salvo que el toro diga (yo por mi saldría, pero reconozco que estoy muy flojo, seguramente será por el calor, pero se que no me voy ha recuperar, ya me ha pasado otras veces y me han devuelto al campo, en fin lo que ustedes consideren más oportuno), pues la mayoria de las veces a pesar de este dialogo entre toro, presidente y veterinario...VAMOS PALANTE, que es distinto a para adelante.
En todos los casos y en este también hay honrosísimas excepciones.
Un cordial saludo
No se si por motivos técnicos o similares mi comentario de ayer no se publicó, lo envió nuevamente, por si consideran oportuno la publicación del mismo y que dice así.
Tema este de los presidentes y veterinarios bastante preocupsante para el desarrollo puro y limpio de un festejo taurino.
A mí lo que verdaderamente me preocupa, al margen de una oreja de más o de menos, es el "compadreo" que existe, entre empresa y este dúo, sobre todo en plazas de provincia, donde el (el jefe empresario) domina la situación, ante la docilidad de algunos aficionados, con el titulo de presidentes, adquirido en la tómbola de la amistad o del parentesco familiar, esto si es verdaderamente lamentable, y desgraciadamente se da, por mucho intento de disimularlo que se haga, como devolver un toro el último día, cuando le tenía que haber precedido muchos más.
Y los sainetes que se forman en los reconocimientos... Salvo que el toro diga,(yo por mi saldría, pero reconozco que estoy muy flojo, seguramente será por el calor, pero se que no me voy ha recuperar, ya me ha pasado otras veces y me han devuelto al campo, en fin lo que ustedes consideren más oportuno),pues la mayoria de las veces a pesar de este dialogo entre toro, presidente y veterinario...VAMOS PALANTE, que es distinto a para adelante.
En todos los casos y en este también hay honrosísimas excepciones.
Cordiales saludos
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