Por Francisco Tuduri Esnal
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Históricamente la figura del Presidente ha estado regulada escasamente desde un punto de vista normativo y más o menos cuestionada por los profesionales de la tauromaquia e incluso por la crítica taurina. En tiempos pasados relativamente recientes, considerados como más “autoritarios” y al ser los presidentes casi todos ellos, al menos los de las plazas de primera y de segunda, funcionarios del Cuerpo Superior de Policía se veía con más respeto la figura del Presidente, más derivada del concepto de “autoridad”. Hoy con un Régimen Constitucional de Libertades y la incorporación de Presidentes aficionados, podríamos decir que tal vez se haya confundido la libertad con la falta de respeto y el Presidente es algo así como el enemigo a batir. Los profesionales nunca han aceptado que dirija el espectáculo y tenga potestades sobre sus actos una persona ajena a su mundo. ¿Ha visto ud. que la Policía tenga que vigilar como se representa una obra de teatro, o decidir cuantas veces tiene que salir a saludar un cantante? Suele ser la pregunta obligada cuando sale el tema hablando con los profesionales, a lo que mi respuesta suele ser ¿conoce ud. algún espectáculo en el que se sacrifique públicamente a un animal?
Porque es precisamente la complejidad conceptual y ética de la corrida de toros por lo que desde siempre ha estado –y debe de seguir estando, opino- controlada por los Poderes Públicos. Con ello además el Estado no sólo debe de ejercer una labor de regulación y control, sino que además debería ejercitar unas clarísimas competencias de protección y promoción. No es momento de entrar en disquisiciones más profundas, pero sí de dejar bien claro que contrariamente a lo expresado por los profesionales taurinos en pasados pero muy recientes movimientos de “autorregulación”, el espectáculo taurino no es patrimonio de quienes en él tienen su modus vivendi, sino en principio patrimonio del Pueblo Español y también de aquellos países en los que la tauromaquia está arraigada e incluso de la Humanidad al reunir todos y cada uno de los requisitos exigidos por la UNESCO para su declaración como Patrimonio Universal Inmaterial.
Consiguientemente es a los Poderes Públicos a quienes corresponde la misión de salvaguardar tal patrimonio. Hoy, tras la triste experiencia de Cataluña, el mundo taurino ha visto “las orejas al lobo” y abandonando posturas autárticas parece que ahora busca la protección del Estado porque ven que se les puede ir el asunto de las manos, pero no nos engañemos, volverán todas estas cuestiones cuando pase la tormenta, y si llegara este momento convendría tener perfectamente definido el marco legal no sólo de la presidencia sino del conjunto de los espectáculos taurinos.
He apuntado hace unos momentos que históricamente la figura del Presidente ha sido regulada de forma escasa ya que al derivar de una representación de la Autoridad, con mayúscula, las diversas normativas se han limitado a fijar sus competencias y nombramiento y muy poco más. Así desde los primeros tiempos esta misión siempre se encomendó directamente a la autoridad, a los corregidores, e incluso al Rey en determinados festejos y esta tendencia, más o menos acentuada se ha mantenido desde el s. XVIII hasta nuestros días. De ahí la manida frase en el anuncio de los festejos que se celebrarán con permiso de la autoridad competente, bajo su presidencia y si el tiempo no lo impide.
Tras la dispersión reglamentaria del s. XIX y a la que desgraciadamente hemos vuelto en el s. XXI, el XX se caracteriza por un esfuerzo de unificación de las normas. A pesar del fracasado intento de los reglamentos de 1.917 y 1.923, ya que al final su obligatoriedad se circunscribiría solamente a las plazas de primera categoría, ya empiezan a vislumbrarse novedades en el ámbito presidencial. Así el Reglamento de 1.917 creó la figura del asesor, y el de 1.923 institucionaliza el Delegado de la Autoridad en detrimento del alguacilillo que queda como una figura prácticamente simbólica, establece las facultades concretas de la presidencia en orden a la dirección del espectáculo y además establece la obligación de que los espadas brinden su primer toro a la presidencia.
Por fin la unificación reglamentaria se consigue con el texto de 1.930, que en su art. 60 establece que la Presidencia de la plaza, en las corridas de todo género que en ellas se celebren, corresponde al Director General de Seguridad, en Madrid y a los Gobernadores Civiles en la demás provincias, o a las autoridades o funcionarios en quienes deleguen.
El art. 61 establece de forma muy esquemática las funciones presidenciales, definiendo asimismo el significado de los pañuelos blanco, verde y encarnado.
El Reglamento de 1.962 mantiene el mismo orden de autoridades a quienes corresponde la presidencia añadiendo además a los alcaldes, incidiendo además en la presencia de un funcionario del Cuerpo General de Policía o un miembro de la Guardia Civil para la función de Delegado de la Autoridad. El art. 66 establece taxativamente que el Presidente encarna la Delegación de la Autoridad y el 67 crea el pañuelo azul para ordenar la vuelta al ruedo de la res.
Las actuales disposiciones reglamentarias, tanto la nacional como las autonómicas son mucho más explícitas. El nacional define a la Presidencia como la Autoridad que dirige el espectáculo y garantiza el normal desarrollo del mismo mediante su ordenada secuencia. En la misma línea van los reglamentos autonómicos salvo el de Navarra que remite directamente al Alcalde o concejal en quien se delegue aunque dejando bien claro que en todo caso, quien presida tendrá la consideración de Autoridad mientras desempeñe sus funciones.
La novedad de todos estos textos legales estriba en que o bien como excepción a la norma general o directamente como en el caso del País Vasco, se contempla la posibilidad de que pueda ser Presidente a personas de reconocida competencia. A partir de este momento además de funcionarios del Cuerpo Superior de Policía, alcaldes o concejales, comienzan a verse en los palcos a aficionados como el que en estos momentos se dirige a este auditorio.
El cambio en muy importante y nos lleva directamente a establecer y desarrollar los cuatro pilares básicos en los que –a mí entender- debe de fundamentarse en un futuro la Presidencia de una plaza de toros y en consecuencia su marco regulador:
-Capacitación.
-Profesionalidad.
-Publicidad o transparencia.
-Responsabilidad.
1,- Capacitación.
Cuando la Presidencia en prácticamente la totalidad de las plazas de primera o segunda categoría estaba encomendada a funcionarios del Cuerpo Superior de Policía, era la propia Dirección General de Policía la que se encargaba de realizar los correspondientes cursos para presidentes y delegados. Esto es, los Presidentes que provienen de este Cuerpo ejercen su labor debidamente capacitados, no sucedía así en el caso de los alcaldes y concejales, sobre todo en las plazas de tercera que al no estar formados estaban un tanto a merced de las opiniones de los asesores generalmente profesionales retirados que evidentemente “barrían para casa” dicho sea utilizando el dicho popular.
Con la incorporación de otras personas, normalmente aficionados de “reconocida competencia” como rezan algunos reglamentos, se amplía la nómina de personas en los palcos sin una formación contrastada aunque no hay duda de que prácticamente todos han sido nombrados por tener un nivel de conocimientos como aficionados cierto y contrastable, aunque también se han dado casos de presidentes que han adquirido esa formación por su práctica en el palco.
Es pues, absolutamente necesario que todos los presidentes del futuro tengan un nivel de conocimientos, perfectamente contrastados en una acción formativa. Hace once años el tema del Concurso Literario Taurino Internacional “Doctor Zúmel” versó sobre LA PRESIDENCIA EN LAS CORRIDAS DE TOROS: ORIGEN, ACTUALIDAD Y FUTURO, y debuté en dicho certamen ganando el segundo premio, habiendo sido galardonado con el primero precisamente Pedro Plasencia que me ha precedido en la anterior ponencia. En dicho trabajo propuse que los aspirantes a presidente tuvieran que pasar por un examen de sus conocimientos jurídico-taurinos ante un tribunal formado por destacados escritores o tratadistas taurinos.
Claro está que entonces ni siquiera soñé que transcurrida una década iba a haber un curso de postgrado universitario de formación de presidentes de plazas de toros. El curso de EXPERTO UNIVERSITARIO EN DIRECCIÓN DE ESPECTÁCULOS TAURINOS en cuya inauguración de su segunda edición nos encontramos, feliz creación de la Universidad Española de Educación a Distancia en colaboración con la Asociación de Presidentes de Plazas de Toros de España ha venido a marcar claramente un camino que como dijo Machado si se vuelve la vista atrás, se ve una senda que nunca, se ha de volver a pisar, porque entiendo que ya es irreversible. El salto hacia delante es espectacular aunque no ha tenido ni la divulgación ni la trascendencia debida en el mundo taurino, siempre tan reacio a ver con buenos ojos la figura del presidente. ¡Ahí es nada! Presidentes con formación y titulación universitaria. Se acabó lo del “policía de turno” o de ese “presunto aficionado del que se desconocen los méritos de su nombramiento” y otras muletillas por el estilo repetidas hasta la saciedad cada vez que un crítico quería meterse con el usía por no compartir alguna de sus decisiones. El Presidente del futuro tendrá una titulación universitaria y su figura solamente por tal motivo habrá de verse con más respeto.
El pasado curso ha representado para mí una experiencia muy grata, en primer lugar por volver a contactar tras muchos años con el mundo académico y con las nuevas tecnologías para la enseñanza telemática. Las preguntas de autoevaluación, los foros de debate, la obligatoriedad de tener que efectuar los trabajos, la responsabilidad de obtener una buena calificación, todo, absolutamente todo ha sido muy gratificante. Y qué decir del material didáctico. Un auténtico compendio de ciencia taurina. Lo dije en el Congreso de Salamanca: todos los actuales presidentes deberían efectuar el curso, para aprender, si aprender, repito y a aquellos que piensan que no lo necesitan, que lo saben todo, también les digo que hagan el curso aunque sólo sea para homologar sus conocimientos, aunque les recordaría el dicho popular que dice que de toros sólo saben las vacas…
Si vamos hacia una presidencia formada y con una titulación universitaria, la figura del asesor no deja de ser un auténtico contrasentido. ¿Tiene lógica que un presidente titulado tenga que tener a su lado un asesor artístico-taurino como si fuera el concejal de un pueblo que no ha visto jamás una corrida de toros? Evidentemente no. El asesor veterinario es absolutamente necesario porque pueden plantearse respecto a los toros diversas cuestiones sanitarias o funcionales, pero el artístico sobra. Sin embargo la propia experiencia de nueve años ocupando un palco me dice que al final se termina haciendo un equipo aunque el responsable de las decisiones sea solamente uno, y que en determinados momentos en el que hay que tomar una decisión inmediata y con la presión del público es conveniente y hasta necesario oír la opinión de otras personas. Por ello yo preconizo, y lo hice también en el Premio Zúmel ya citado, que debe de mantenerse la estructura tripartita del palco sustituyendo al asesor artístico por un representante de los profesionales designado y a costa de la empresa. De esta manera también los profesionales dejarían oír su voz en el palco, aunque su decisión –como la del veterinario- no fuera vinculante.
2,- Profesionalidad.
Dado que ya peinamos canas, y que sin duda cuando pudiera ser realidad el modelo presidencial del futuro que preconizo ya no seré presidente de una plaza de toros, ello me da completa libertad para hablar sin timidez ni complejos sobre este tema: el presidente del futuro debe de ser un profesional encuadrado en su correspondiente Colegio de Presidentes. Esto es lo que ya sugerí en el trabajo citado del certamen “Doctor Zúmel” sin ser Presidente y sin ni siquiera soñar que al cabo de tres años terminaría ocupando el palco de una plaza de primera. Cuando utilizo la palabra “profesional” no quiero decir que tenga que ser una persona que haga de su profesión o modus vivendi el ser Presidente de una plaza de toros, sino que el término lo utilizo en el sentido más amplio, de una persona que ejerce este cargo con cierta habitualidad, capacidad y rigor, aunque en su vida habitual tenga otra profesión.
Es triste pero hay que reconocer que el mundo del fútbol nos da algunas lecciones. Exactamente igual que los árbitros de fútbol están encuadrados en un Colegio de Árbitros, los Presidentes de plazas de toros deberían estarlo en uno de presidentes. El asunto es tan elemental que no sé porqué no se ha puesto en marcha ya hace años. Los propios taurinos profesionales tendrían que haberlo promovido, porque una organización presidencial formada y colegiada es la mayor garantía de ecuanimidad e independencia.
El futuro Colegio de Presidentes, tendría que suscribir con las Comunidades Autónomas o los organismos que en el futuro sean competentes en materia taurinas los correspondientes Convenios de Colaboración para que el nombramiento de Presidentes se realicen entre las personas que el propio Colegio proponga les comunique garantizando de esta manera la idoneidad para el ejercicio del cargo. Evidentemente todo aquel que desee pertenecer al Colegio de Presidentes deberá estar en posesión del título de la UNED o de otro de similar rango que se estableciera en un futuro.
Dicho lo anterior ha de abordarse un tema fundamental. No es lógico que en un espectáculo en el que cobran todos, absolutamente todos, hasta los encargados de visualizar el entusiasmo popular sacando en hombros a los toreros, sean los presidentes los únicos que desempeñen su función totalmente gratis. No es momento de discutir ni señalar el quantum, pero que un cargo de tan alta responsabilidad y complejidad deba de ser remunerado no ofrece ninguna duda. Evidentemente tal remuneración no ha de correr a cargo de la empresa organizadora del espectáculo sino por cuenta de la entidad gubernativa que le nombra.
3,- Publicidad o transparencia.
Evidentemente la actuación del presidente es pública, pero cuando hablo de transparencia quiero decir que también sus decisiones además de públicas y tendrán que ser motivadas. Hoy en día solamente son públicos los resultados de los reconocimientos con indicación de los toros rechazados y sus causas o motivos, pero se debe ir más lejos. En mi opinión el presidente debería hacer públicas y motivar aquellas decisiones que promuevan expedientes sancionatorios y además las que se adopten durante la corrida en contra de la opinión del público. Por ejemplo: en la lidia del 5º toro el público pidió insistentemente la segunda oreja para el diestro tal y no se concedió porque la estocada cayó baja (art. 82.2 del Reglamento taurino. Para ello será fundamental el Acta Final del Festejo que será pública, lo que es perfectamente factible dadas las nuevas tecnologías. De esta manera se acabarían muchos malos entendidos, con críticas inmisericordes e insultantes y además la publicidad de las decisiones presidenciales tendría una labor formativa para el público. Por otra parte este procedimiento daría a los presidentes una posibilidad de defenderse en los ámbitos adecuados, incluso judiciales.
4,- Responsabilidad.
Evidentemente un presidente titulado, colegiado y remunerado deberá estar sujeto a responder de sus actos. Cuando hablo de responsabilidad derivada del ejercicio de su cargo no me estoy refiriendo a la jurídica y extracontractual derivada del art. 1.902 del Código Civil que nos afecta a todos en nuestra vida sino a consecuencias de índole “taurina”, exactamente igual que en otros ámbitos se habla y ya se ha admitido el término, de responsabilidades “políticas”.
Será el propio Colegio de Presidentes el que establezca sus propias normas disciplinarias y el que tras una concreta denuncia y tras oír al afectado estableciera si su actuación ha sido merecedora de algún tipo de sanción que podría consistir en la suspensión por un determinado período o número de festejos o incluso pasar a presidir festejos en plazas de inferior categoría.
Soy consciente que la palabra “responsabilidad” da miedo. Pero conozco la integridad personal de quienes ocupan los palcos presidenciales y el rigor de sus decisiones. Otra cuestión es que debido a la inmediatez de determinadas decisiones éstas estén sujetas a error, pero el error ni es culposo ni negligente.
Pero también hay que señalar bien alto y claro que el ejercicio “responsable” de la función presidencial necesita de medios materiales que hoy en día la mayoría de los presidentes no disponen y además reformas reglamentarias para que el Presidente no se encuentre literalmente “vendido” ante ciertas reacciones del público o de los profesionales.
En el III Congreso de ANPTE celebrado en Cuenca este mismo mes, he tenido el honor de dirigir la ponencia de Protocolos contra el Fraude, y ha sido descorazonador llegar a la conclusión de que salvo en alguna Comunidad Autónoma muy concreta no existen ni laboratorios homologados, ni medios materiales para efectuar la toma de muestras biológicas, ni medios para poder realizar “in situ” los análisis biométricos y que estamos contemplando una actividad como el enfundado de las defensas de los toros en las ganaderías, sin haberse debatido mínimamente si tal práctica es beneficiosa, perjudicial o neutra para el toro de lidia.
Las conclusiones del Congreso fueron claras en el sentido de exigir de las respectivas C.C.A.A. que cumplan sus propias reglamentaciones y designen los laboratorios homologados, se modifiquen los reglamentos en el sentido de que en las plazas de 1ª y 2ª se realicen los análisis biométricos de análisis de pitones en la misma plaza, con los medios adecuados, y se abra un debate científico, serio y riguroso sobre el enfundado.
En el referido congreso tuvo lugar asimismo otra ponencia sobre la unificación reglamentaria y opino que las conclusiones de ambas ponencias se debería intentar ponerlas marcha mediante su remisión a los organismos competentes.
De la misma forma habría que comenzar a dar los primeros pasos para la constitución del Colegio de Presidentes y también habría que abrir un serio debate con los profesionales, aficionados y organismos competentes sobre temas tan importantes como el rejoneo, la suerte de varas y el indulto de los toros que ha perdido su sentido de preservar la bravura para convertirse fundamentalmente en un premio al torero. No hay más que ver las revistas especializadas cuando se utilizan frases como gran tarde de fulanito que indultó un toro. La pregunta es obvia. ¿De quién fue el mérito del toro o del torero? El colmo lo he visto en una entrevista a un sobre una petición de indulto en una plaza de segunda categoría denegada por la presidencia, argumentando que un toro que te hace disfrutar tanto merece que se le perdone la vida. Toda una antología de la perversión del concepto del indulto, que se ha convertido en una forma de obtener un triunfo sonado sin entrar a matar para el torero y una salida en hombros del ganadero aunque luego el toro no vaya a las vacas o simplemente le dejen morir.
Llega el momento de concluir. Todas las ideas precedentemente expuestas ante Presidentes o futuros Presidentes y en la inauguración de un curso universitario, lo han sido sin otra intención de aportar aunque sea un grano de arena que permita dignificar y hacer más eficaz la función presidencial. En estos momentos solamente deseo a los alumnos de este curso que les sea tan gratificante y formativo como ha sido el precedente para mí, y como colofón final quiero repetir dos estrofas del Gaudeamus Igitur, el himno universitario por excelencia, diciendo aquello de VIVAT ACADEMIA, VIVANT PROFESORES. Muchas gracias.
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