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viernes, 3 de junio de 2016

EL VETERINARIO EN LA PLAZA DE TOROS



La presencia del veterinario en una plaza de toros se justifica desde dos perspectivas distintas: la de comprobar las condiciones sanitarias de las reses y la relacionada con su aptitud para la lidia desde el punto de vista zootécnico en función del encaste y la categoría de la plaza

R. I. | GRANADA
3 junio 201602:07

El fallo del premio al mejor toro del Corpus 2016 otorgado por el Colegio de Veterinarios de Granada a "Mantecoso", de la ganadería El Torero, lidiado por Roca Rey la tarde del pasado 27 de mayo, nos da la oportunidad de reflexionar sobre el papel del veterinario en el mundo taurino.
Su trabajo comienza en el campo, donde el ganadero cría los toros de lidia durante años, apartado del mundanal ruido, en un entorno que en nuestra Comunidad representa una riqueza ambiental insustituible, la dehesa. En este periodo se desarrolla una participación del veterinario tanto desde el punto de vista oficial en el control de las enfermedades infecciosas, como desde el punto de vista "particular" del ganadero que busca un desarrollo genético concreto y la conformación de un animal adecuado a su destino.
Tras varios años, el animal llega a la plaza y es aquí donde se inicia un trabajo de mayor visibilidad del veterinario.
Los veterinarios que acuden a las plazas de toros, en nuestra Comunidad Autónoma y de acuerdo con el Reglamento Taurino Andaluz, son designados por las Delegaciones del Gobierno de la Junta de Andalucía a propuesta, entre otros, del Colegio de Veterinarios.
La presencia del veterinario en una plaza de toros se justifica desde dos perspectivas distintas: la de comprobar las condiciones sanitarias de las reses y la relacionada con su aptitud para la lidia desde el punto de vista zootécnico en función del encaste y la categoría de la plaza.
En cuanto al aspecto sanitario, la labor del veterinario se centra, en primer lugar, en la comprobación de toda la documentación que acompaña a los animales, y especialmente la Guía de Origen y Sanidad emitida por un veterinario oficial acreditando el buen estado sanitario de la ganadería de origen. Esta documentación se comprueba nada mas llegar a la plaza, cuando se produce el desembarco del ganado.
Una vez las reses se encuentran en los corrales de la plaza se lleva a cabo su examen a fin de detectar posibles alteraciones de la salud que imposibiliten su lidia, tales como enfermedades infectocontagiosas, problemas de visión, heridas, cojeras, etc. Si se detecta alguna anomalía de este tipo el animal habrá de ser retirado de la lidia y, según el caso, devuelto al campo.
Una vez se haya concluido la lidia en el ruedo, el aspecto sanitario de la actuación veterinaria adquiere una importancia crucial pues es el momento en el que se determina si la carne puede ser consumida o no. El reconocimiento post-mortem de la carne de los animales lidiados permite dictaminar su visto bueno para el consumo.
La carne de toro de lidia es un producto apreciado, si bien presenta unas características especiales dado que es un músculo que no se ha desangrado, por lo que presenta un color oscuro y un sabor más fuerte y requiere atenciones inmediatas por parte del veterinario.
Y en referencia estricta a las cuestiones taurinas, la misión del veterinario es ante todo velar en defensa del espectador para que se lidien toros íntegros y que posean el prototipo racial correspondiente al encaste de cada ganadería y al tipo de toro que se exige en cada plaza, en este caso Granada.
Para ello, los reconocimientos van dirigidos a valorar lo que denominamos “trapío”, entendido como el conjunto de rasgos externos, actitudes y reacciones del toro que se pueden apreciar visualmente en los corrales de la plaza. Esto se realiza primero con al menos 24 horas de antelación y en segundo lugar la misma mañana del festejo, quedando de esta forma aprobados los que finalmente se lidian en el festejo.
Si a la finalización del mismo así se hiciera necesario, los veterinarios también tomarían las muestras necesarias, tanto biológicas como de cuernos, para comprobar y garantizar la integridad de los animales. No han sido pocas las veces que ha sido necesario tomar muestras y en todas ellas se han confirmado las sospechas de los veterinarios de la plaza.
Así mismo, los veterinarios de servicio han de aprobar los caballos de picar, comprobando que cumplen con el peso reglamentario y que tienen la doma y la movilidad necesarias para la función que tienen encomendada.
Por último, y cuestión no menor por ello, un veterinario asesora en el palco al presidente del espectáculo en todo lo referente al comportamiento de los toros y especialmente a la hora de decidir su devolución por inaptitud para la lidia.
Como puede apreciarse tras este breve resumen, el papel del veterinario en la lidia es imprescindible para la consecución del objetivo que cubra las expectativas legítimas de los consumidores y, sobre todo e independientemente de afinidades, para el cumplimiento de los aspectos legales del control zoosanitario de la ganadería de lidia.

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