La presencia del veterinario en una
plaza de toros se justifica desde dos perspectivas distintas: la de comprobar
las condiciones sanitarias de las reses y la relacionada con su aptitud para la
lidia desde el punto de vista zootécnico en función del encaste y la categoría
de la plaza
R. I.
| GRANADA
3 junio 201602:07
El fallo del premio al mejor toro del Corpus 2016
otorgado por el Colegio de Veterinarios de Granada a "Mantecoso", de
la ganadería El Torero, lidiado por Roca Rey la tarde del pasado 27 de mayo,
nos da la oportunidad de reflexionar sobre el papel del veterinario en el mundo
taurino.
Su trabajo comienza en el campo, donde el ganadero
cría los toros de lidia durante años, apartado del mundanal ruido, en un
entorno que en nuestra Comunidad representa una riqueza ambiental
insustituible, la dehesa. En este periodo se desarrolla una participación del
veterinario tanto desde el punto de vista oficial en el control de las
enfermedades infecciosas, como desde el punto de vista "particular"
del ganadero que busca un desarrollo genético concreto y la conformación de un
animal adecuado a su destino.
Tras varios años, el animal llega a la plaza y es aquí
donde se inicia un trabajo de mayor visibilidad del veterinario.
Los veterinarios que acuden a las plazas de toros, en
nuestra Comunidad Autónoma y de acuerdo con el Reglamento Taurino Andaluz, son
designados por las Delegaciones del Gobierno de la Junta de Andalucía a
propuesta, entre otros, del Colegio de Veterinarios.
La presencia del veterinario en una plaza de toros se
justifica desde dos perspectivas distintas: la de comprobar las condiciones
sanitarias de las reses y la relacionada con su aptitud para la lidia desde el
punto de vista zootécnico en función del encaste y la categoría de la plaza.
En cuanto al aspecto sanitario, la labor del
veterinario se centra, en primer lugar, en la comprobación de toda la
documentación que acompaña a los animales, y especialmente la Guía de Origen y
Sanidad emitida por un veterinario oficial acreditando el buen estado sanitario
de la ganadería de origen. Esta documentación se comprueba nada mas llegar a la
plaza, cuando se produce el desembarco del ganado.
Una vez las reses se encuentran en los corrales de la
plaza se lleva a cabo su examen a fin de detectar posibles alteraciones de la
salud que imposibiliten su lidia, tales como enfermedades infectocontagiosas,
problemas de visión, heridas, cojeras, etc. Si se detecta alguna anomalía de
este tipo el animal habrá de ser retirado de la lidia y, según el caso,
devuelto al campo.
Una vez se haya concluido la lidia en el ruedo, el
aspecto sanitario de la actuación veterinaria adquiere una importancia crucial
pues es el momento en el que se determina si la carne puede ser consumida o no.
El reconocimiento post-mortem de la carne de los animales lidiados permite
dictaminar su visto bueno para el consumo.
La carne de toro de lidia es un producto apreciado, si
bien presenta unas características especiales dado que es un músculo que no se
ha desangrado, por lo que presenta un color oscuro y un sabor más fuerte y
requiere atenciones inmediatas por parte del veterinario.
Y en referencia estricta a las cuestiones taurinas, la
misión del veterinario es ante todo velar en defensa del espectador para que se
lidien toros íntegros y que posean el prototipo racial correspondiente al
encaste de cada ganadería y al tipo de toro que se exige en cada plaza, en este
caso Granada.
Para ello, los reconocimientos van dirigidos a valorar
lo que denominamos “trapío”, entendido como el conjunto de rasgos externos,
actitudes y reacciones del toro que se pueden apreciar visualmente en los
corrales de la plaza. Esto se realiza primero con al menos 24 horas de
antelación y en segundo lugar la misma mañana del festejo, quedando de esta
forma aprobados los que finalmente se lidian en el festejo.
Si a la finalización del mismo así se hiciera
necesario, los veterinarios también tomarían las muestras necesarias, tanto
biológicas como de cuernos, para comprobar y garantizar la integridad de los
animales. No han sido pocas las veces que ha sido necesario tomar muestras y en
todas ellas se han confirmado las sospechas de los veterinarios de la plaza.
Así mismo, los veterinarios de servicio han de aprobar
los caballos de picar, comprobando que cumplen con el peso reglamentario y que
tienen la doma y la movilidad necesarias para la función que tienen
encomendada.
Por último, y cuestión no menor por ello, un
veterinario asesora en el palco al presidente del espectáculo en todo lo
referente al comportamiento de los toros y especialmente a la hora de decidir
su devolución por inaptitud para la lidia.
Como puede apreciarse tras este breve resumen, el
papel del veterinario en la lidia es imprescindible para la consecución del
objetivo que cubra las expectativas legítimas de los consumidores y, sobre todo
e independientemente de afinidades, para el cumplimiento de los aspectos
legales del control zoosanitario de la ganadería de lidia.
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