EL “AFEITADO” TAURINO
Autor: Pedro Mari Azofra - Crítico taurino
La palabra “afeitado” o el tema de la manipulación fraudulenta de la cofia, que es el final del pitón del cuerno, debiera estar borrado del planeta taurino por muchas razones. Esencialmente porque en el reconocimiento de los toros no es de recibo admitir ejemplar alguno escobillado, romo, astillado o que las puntas de sus cuernos no sean finas y agudas que es como se entienden las defensas de un toro de lidia en su estado natural.
Los que así no estuvieran, se desechan como se desecha a un toro cojo, tuerto o descangallado. No hay por qué mentar si está o no manipulado. No importa si es cojo por caballero mutilado de guerra o la romez se originó comiendo en la tolva o en la piedra, frotándose en las encinas, acariciándose con su compañero sentimental o sacando petróleo. O que nazcan romos por genes. Se lidian en festivales y se acabó el tema.
El doctor Emilio Ballesteros y sus colaboradores Larrea y Ros presentaron en el V Congreso Internacional Taurino de Jerez, hace casi veinte años, un estudio experimental sobre la dureza del pitón del asta de la res de lidia.
Demostraron cómo ocho pitones distintos adosados a un aparato giratorio podían estar miles de horas dando “cornadas” en grava y otras tierras y apenas denotaban desgaste.
Se radiografiaron las astas antes y después del experimento y se obtuvo la conclusión de que tras 90 horas corneando el desgaste era de 1 mm. Se calcularon en ese tiempo 243.000 cornadas artificiales ¡Que ya son cornadas!
Con los datos científicos a mano y así como sin calculadora, se deduce que para que un toro desgaste 2-3 cm. que hacen que un pitón aparezca romo, son necesarios de 42 a 63 días de rozar sin descanso sobre arena o de 25 a 37 días si los roces se ejercen sobre grava.
Con lo anterior se destruyen los argumentos tan lelos del “autoafeitado” según los dictámenes y estudios refrendados por competentes veterinarios que pueden dictaminar de forma certera basados en sus competentes experiencias y conocimientos.
Enseñó otras muchas cosas, el especialista aludido, de forma científica para asegurar que podía demostrarse si se había manipulado un cuerno. Especialmente si se había manipulado mucho y mal ya que si se hace poco, o bastante, y bien, está reglamentariamente consentido con la “media” tolerable.
Existen importantes conclusiones sobre anatomía y desarrollo del asta, datos de crecimiento, medidas de volumen, biometría, gráficas en cantidad, peritaciones, dictámenes, documentos fotográficos…que muestran las diferencias entre las astas manipuladas, interrumpidas por homínidos o deterioradas y las naturales.
Hace muchos años que Ballesteros, Barga Bensusan, Lorente, Trillo, Bobed, Ucedo, Morales, Almazán y otros ilustres licenciados veterinarios y aficionados dejaron las pautas de importantes estudios y conclusiones sobre medidas, fraudes y mil detalles del “afeitado”. Pero a la vez, los hay empeñados e interesados en mantener que no se puede demostrar con una serie de rollos en una época en la que con restos humanos de hace treinta millones de años se sabe el postre que tomaban aquellos terrícolas y las sustancias más frecuentes que ensuciaban las uñas de los dedos pequeños de los pies. Por poner algo sencillo ¡Y no se puede saber si un asta bóvida está manipulada! Con la cantidad de elementos que tienen los laboratorios de las Facultades de Veterinaria.
Ocurre que en la tapadera del supuesto fraude están las firmas y los medios que más podrían darlo a conocer con la difusión y la denuncia. Pero como viven, compadrean, mangan y comparten lo mismo que los ejecutores o benefactores, se callan como putas y a esperar que vuelvan las ferias para empezar su campaña trashumante con temas publicitarios rentables y otras banalidades y resultados que entretienen al personal no pensante. La clásica información ramera por aquello de que se va por las ramas. No por lo de putas.
Hace un poco se publicó, muy escasita y en pocos lugares, una nota en la que se leía que una cantidad espectacular y escandalosa de toros lidiados en las principales plazas francesas habían dado positivo en los análisis de astas. Un auténtico escándalo cuando de forma continuada se está poniendo a la Francia taurina como modelo de pureza sin necesidad de reglamentación. Nos hemos enterado que reses de Juan Pedro Domecq y Palha también habían sido propuestas por los galos para sanción por pérdida de sustancia en los pitones. Y aquí, en Iberia, con esos escandalazos de pitones que se ven en plazas de segunda todos vuelven la vista para Utrera.
No he leído nada de si en la temporada española se ha sancionado a ganaderos por afeitar corridas. Sólo, a nivel provinciano, que dio positivo un toro de Lagunajanda lidiado por César Jiménez en la feria de Logroño.
Se siguen arreglando cuernos y en muchos casos de utreros para evitar el susto al llegar a toros. Salvo en algunas plazas, lo que se ve por ahí es de escándalo. Salta a la vista que hay toros que no debieran salir a un coso con esas defensas ¡Hombre! En la última feria de Córdoba se indultó un toro que sangraba por los pitones. Plaza de primera. El animal no pudo ser más noble. Pero su presencia fue indigna de una plaza y feria que se precie. Y lo terrible del caso es que nadie lo protestó. El público no protestaría aunque para lidia normal se los echaran de rejones. Por cierto. Que en corridas de rejones, en las que está autorizado el arreglo de cuernas, se cometen unos abusos y fechorías que lo del arreglo se convierte en un abuso y destrozo que está pidiendo a gritos un poco de decencia. No son arreglos. Son mutilaciones en toda la regla.
No sólo hay medios y desinformadores que defienden, apoyan y tapan el fraude sino que para contrarrestar van diciendo que algunos ganaderos, como Cebada Gago, afilan las astas para que salgan más astifinas cuando de suyo el toro por naturaleza es astifino y los de Cebada siempre lo fueron y lo aparentaron por el empeño del ganadero en mantener la integridad. No hay sino que observar las vacas cuatreñas. Todas lucen defensas como navajas.
A veces pienso que lo del afeitado es como una causa perdida salvo en cuatro plazas mal contadas en las que a veces también se ve uno en la disyuntiva de sospechar. Existe la cabronada, consentida por los beneficiados y soportada por los de menos cartel, de que para los toreros más modestos sueltan en algunas ferias unos toros asustantes en cuanto a defensas, para dignificar el ciclo, y para las supuestas figuras les han “dado fiesta” a sus toros.
Los toreros, si pueden, no quieren ni ver un pitón buido. El apoderado, a veces, tiene que tragar con empresarios de fuerza para anunciarse con alguna corrida limpia y al enfrentarse en la arena el de luces no puede evitar el mosqueo de forma que pretende le maten el descarado toro en varas y si le dejan algún resuello se lo quita de en medio sin mayor esfuerzo por lucirse.
Apoderados como Arranz declararon que su torero, Joselito, no mataría un toro sin afeitar y se daba el caso que José se anunciaba con toros de su misma ganadería. Los vio nacer, crecer y desarrollarse y los preparó para bien morir ¡Qué cosas!. Suceden con toda la normalidad y abundancia los casos de ganaderos que venden una corrida y han de soportar las visitas veedoras de los tres matadores que con ella se anuncian. Que si quita éste o que si aquel no puede ir así, que si pon aquel otro y arregla un poco el de más allá…los ganaderos tienen que tragar porque la mayoría se ponen a los pies de los compradores y el que no lo hace ya puede quemar la ganadería o comerse los toros a la brasa.
Los taurinos suelen decir que lo del afeitado no influye para nada en el comportamiento de la acometividad o peligro de los toros en las cogidas. Pero si es así por qué no los dejan como están.
El afeitado, aunque se ejerciera en pequeñas “diócesis”, debiera estar desterrado hace mil años ya que es el apoyo de las gentes indiferentes y contrarias a la fiesta de toros para hablar en negativo.
Ya sé. Ya sé que es más nefasto que se afeite la casta, la acometividad, la bravura, el empuje y la emoción que hacen al toro más importante. Pero una cosa no entorpece la otra. Un de los capítulos que se puede garantizar en la fiesta es el toro íntegro y con trapío.
También sé que los toros gachos, romos y escobillados pueden herir. Pero nunca he visto recibir a uno de estos con aplausos y sí suelen ovacionarse las salidas de ejemplares con presencia y defensa llamativa y lujosa. La pena es que en el caso contrario no se protesta y mucha más pena es que los facultativos designados, y pagados, para defender al público admitan sucedáneos de toros cuando debieran de rechazarlos sin contemplaciones.
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