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miércoles, 2 de diciembre de 2009

EL DESTETE.


Capitulo séptimo.


El acto de separar a los hijos de las madres se llama desahíjo o destete. Cuando el becerro está ya desarrollado, cuando se ve que puede sobrevivir por si mismo, o que la madre esta vieja o agotada, se hace esta faena. Generalmente de dos tandas. Primero, con las crías tempranas y finalmente con las que nacieron más tarde, cuando unos y otros llegan a los siete u ocho meses. Para hacer menos dañina la separación de la leche materna, es aconsejable ponerles una tolva con pienso para que al separarlos sigan comiendo con normalidad.

El apartado se hacia a la manera antigua en varios corrales donde quedaban las madres en una cerca y las crías en otra. A caballo o a pie era muy importante el sabio manejo de las puertas. Ahora casi todo se hace en los cómodos corrales con puertas correderas donde es muy sencillo separar a las madres sin darles una brega innecesaria.

La noche de la separación es quizá la más triste y emocionante de la vida de una finca. Hijos y madre se pasan la noche bramando llamándose unos a otros, como si supieran que ya vivirán separados. Si los corrales están cerca de las casas esa noche no puede dormir nadie. Para mayor seguridad, se dejan en corrales de tapias altas porque esa noche las vacas saltan todo lo que se les pone por delante.

Se llevan las madres lo más lejos posible a una cerca que tenga buena comida para que se entretengan. Pero da lo mismo. Las he visto atravesar dos o tres cercados hasta llegar al corral de los becerros y pasarse la noche entera llamando al hijo. Este dolor de la orfandad dura, casi siempre, alrededor de ocho días. Los becerros no pueden salir del corral, donde comen y beben hasta que se tranquilizan y salen a otra cerca bien tapada donde ya hacen el careo normal.

Sin embargo en todas las ganaderías hay siempre dos o tres casos imposibles, de becerros que se las arreglan para colarse por donde sea y volver con su madre o de vacas que no hay paredes ni alambradas que las detengan. Hay crías que tardan mas de un año en destetarse, prácticamente hasta que a la madre se le seca la leche.

Las vacas sufren más porque tienen que soportar la calentura de las ubres que al no vaciarse se les agolpa la leche y a las más abundantes le sale a chorros de la hinchazón que tienen. Pero no hay mal que por bien no venga porque con esa calentura de la leche salen a toro las que todavía no estaban cubiertas.

Normalizada la ruptura materno-filial, los machos jamás volverán a ver a sus madres, a no ser el que saldrá elegido para semental, que lógicamente se evitará que monte a la madre por los problemas de consanguinidad que acarrea el complejo de Edipo.

Son las crías las que nos dan una desoladora lección del desarraigo de los hijos porque superada la faena de herradero, las añojitas vuelven al cercado de sus madres. Y no les hacen ni caso. Nunca pastorean juntas. Las añojas hacen pandilla con sus hermanas de camada. Con ellas carean, con ellas juegan y con ellas discuten. Si me apuráis creo que no saben cuál es la madre que las crió, y esto se da a lo largo de la vida de todas las hembras. Van en grupos distintos. Por años, por camadas. Veréis juntas a las eralas, a las utreras todas en otro grupo. Hasta que ya se hacen mayores y vuelven a mezclarse, aunque también hasta en esto hay distingos.

Las vacas golosas van siempre aparte. Están a la que salta. Aprovechan la menor oportunidad para brincar a otro cercado que tenga mejor comida. También las mas pastueñas, las mas docilonas las veréis juntas. Como las personas buscan la compañía más adecuada a su carácter.

Pero no deja de ser curioso y decepcionante, que siendo un ganado con una memoria prodigiosa, no se acuerdan de sus madres cuando ya, hechas unas señoritas, vuelven al cercado después de ese acto de presentación en sociedad que es el herradero.

Hablaremos en otro capitulo de la memoria, ya que la hemos mencionado de pasada.

Hay ejemplos increíbles de cómo en un momento fugaz en la vida de una becerra se le queda grabado para toda la vida. Os contaré una cosa que me pasó con una vaca de Domingo Ortega en un tentadero, o de la reacción de una becerra criada en la caseta del vaquero que al salir loca del dolor del herradero, tuvo un comportamiento tan lleno de gratitud y de ternura como para emocionar a cualquiera.
En contrapartida y como excepciones inexplicables se dan casos de vacas "olvidadas" que al retentarlas se comportan como si jamás hubieran visto un capote. Inocentonas, siguen el capote y la muleta como si estuvieran vírgenes. Recuerdo una vaca de Garci-Grande que la toreamos tres veces en la plaza de Baltasar Iban y seguía tan tontona como el primer día.

2 comentarios:

Aficionado dijo...

En ganaderias tradicionales y con gran aficion,se sigue haciendo a la manera antigua en dos corrales y a apartando a caballo el ganadero,mayoral y vaqueros. Es la faena mas bonita de todas.Un saludo,

Cruz Yayes Barco dijo...

¿Por què llaman toreo a las vacas?
Me parece que permanece el machismo rancio. No serìa màs de igualdad y equidad de gènero en este mes en el que se celebra el DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER, comenzar a acuñar VAQUEO?
Ustedes que estàn màs cerca de la Real Academia de la Lengua Española tiene la responsabilidad de hacerlo, por amor a las vacas.