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EL MUNDO
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NACIOINAL
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Ingrato toro indultado por JOSE TOMAS
Con
toda seguridad, el estrés provocado por la histórica corrida de Nimes --que
lo ha convertido en uno de los toros más mediáticos de la historia tras el
faenón mítico de José Tomás-le ha dejado importantes secuelas psicológicas,
además de hacerle perder 50 kilos (pesaba 530 cuando entró en la arena) y
provocarle mucha fiebre, hasta 43 grados.
Tras
la epopeya taurina en tierras francesas --que hizo llorar incluso a los
cronistas taurinos que la presenciaron en directo--, comenzó una ardua y
minuciosa tarea, la más importante de todas para su recuperación. Fue cuando
regresó a los corrales, angustiado tras ver la muerte tan cerca, sangrando
por las heridas, aturdido, tembloroso, nervioso, fatigado, desconcertado.
«Era
clave que bebiera agua muy pronto [cosa que no ocurrió] para evitar la
deshidratación que padeció con el castigo», dice el mayoral Emilio Romero.
Hay que resaltar el comportamiento exquisito de los servicios médicos de la
plaza de Nimes, tanto de la veterinaria titular, Francisca, como de otro
español, Honorio, llegado desde Salamanca especialmente para la ocasión. El
cajón de curas estaba ya preparado en los chiqueros, cuando se acometió «la
primera intervención, como si estuviera en la UVI», destaca el mayoral, que
describe a un animal «con otra mirada, distinta a la de antes de entrar en la
plaza, más triste, más cansado, aunque después de tantos años junto a él no
me atrevo a confirmar si es por el miedo que ha pasado».
Tras
el agua, a chorreones, para limpiar la abundante sangre, llega el momento de
las primeras curas de agua oxigenada, fundamentalmente, penicilina y
estreptomicina, para evitar infecciones y aliviar las cicatrices (hasta nueve
grandes agujeros en su piel se le abrieron). También lo rasuraron con una
afeitado general para quitarle así los pelos y evitar las previsibles
infecciones con la sangre aún caliente. Dos semanas después, ya en tierras
andaluzas, Ingrato mejora hora a hora, suspiro a suspiro en la finca El
Castillo de los Guardas, de 3.000 hectáreas, que la familia Parladé tiene a
24 kilómetros de Sevilla. Todavía no deja expresar una felicidad completa
porque las heridas le siguen dejando secuelas.
De
las nueve abiertas en su piel, las dos más graves corresponden a dos grandes
puyazos que recibió durante la lidia (fue el cuarto de la tarde en el coso
francés): el delantero, de 35 centímetros, donde más se emplean a fondo
los veterinarios, y el posterior, de 22 centímetros.
Las seis banderillas no le hicieron
demasiado daño, pues apenas le produjeron heridas de 10 centímetros de
profundidad cada una. La novena herida, de 12 centímetros, corresponde a la
divisa de la ganadería, y su pronóstico de cicatrización es bastante más
largo que los demás. Pero ya todo es distinto. Hay un Ingrato antes de Nimes,
y otro muy diferente después. En la actualidad recibe los mimos y el cariño
de los 10 empleados del ganadero Juan Pedro Domecq.
En
esas tareas de cuidado, como a un familiar, aparece la figura del mayoral
José Emilio Romero Pavón, que ha convivido con el toro prácticamente desde su
nacimiento (3-1-2008) y que le acompañó en el viaje de 15 horas a Nimes en un
viejo camión, como también en el regreso, casi otro día donde el toro perdió
otros 20 kilos de peso.
Cada
tres días aparece otra figura clave en la rehabilitación, el veterinario José
Luis Oiz. Su labor comienza puntual a las 11:00 de cada mañana, cuando la
decena de cabestros conducen a Ingrato hasta la mesa de operaciones. Se trata
de un cajón especial, de apenas cinco por cinco metros, en el que el toro
queda prácticamente inmóvil permitiendo así que el especialista pueda curarle
con antibióticos, antiinflamatorios, sueros e insecticidas.
Es una rutina que
se prolonga durante más de 75 minutos, con suma delicadeza, con el toro
sujeto para que el dolor de la medicina que le aliviará y sanará a medio
plazo no le provoque de forma repentina más sufrimiento ni físico ni
psicológico: «La intención es que no recuerde ese sufrimiento, el de la
plaza, que se vaya relajando, que vuelva a ser el mismo, el que era antes de
la faena, pero para eso queda tiempo», dice Oiz.
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lunes, 1 de octubre de 2012
ASÍ SE CURA A UN TORO INDULTADO DE LA MUERTE
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3 comentarios:
¿Indultado de la muerte? Pues en el vocabulario taurino es la única opción posible. ¡Bien por la tautología!
Como estudiante de veterinaria, y en consecuencia futuro veterinario, y a la vez aficionado al toro quería darte la enhorabuena de lo bien explicado que está la cura de un toro indultado.
He visto varias curas de este tipo en diferentes ganaderías, con diferentes veterinarios y diferentes toros, y no podía estar mejor explicado, tanto desde el punto de vista del veterinario como del aficionado.
Un saludo desde el blog "el secreto de la bravura".
Mira que indultar a un toro que saltó al callejón... ¡Cosas veredes!
Un saludo, Ascensio Navarro.
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